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Vamos, ten discreción... No digo yo tampoco que se le eche a la calle; pero en el Hospicio, bien recomendado, no lo pasaría mal. ¡En el Hospicio! exclamó Jacinta con la cara muy encendida , ¡para que me le manden a los entierros... y le den de comer aquellas bazofias...! ¿Pero qué crees? Eres una criatura. ¿De dónde sacas que así se toman niños ajenos? Chica, chica, estás en pleno romanticismo.

»Digo, pues, que cada vez que pasaba con su barca daba fondo en una caleta que estaba no dos tiros de ballesta del jardín donde Zoraida esperaba; y allí, muy de propósito, se ponía el renegado con los morillos que bogaban el remo, o ya a hacer la zalá, o a como por ensayarse de burlas a lo que pensaba hacer de veras; y así, se iba al jardín de Zoraida y le pedía fruta, y su padre se la daba sin conocelle; y, aunque él quisiera hablar a Zoraida, como él después me dijo, y decille que él era el que por orden mía le había de llevar a tierra de cristianos, que estuviese contenta y segura, nunca le fue posible, porque las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden.

La maldad de la señora Bruinsteen hallará todavía medio de romperlo. Esta misma noche escribiréis las cartas para que os manden los papeles necesarios de Bruselas, y si tenéis tanta prisa como yo, nos casaremos dentro de seis semanas. La viuda parecía que ya no le oía y dirigía la mirada con atención particular al fondo del cuarto.

-Tan mirado y remirado lo tengo, que a buen salvo está el que repica, como se verá por la obra. -Bien será -dijo don Quijote- que vuestras grandezas manden echar de aquí a este tonto, que dirá mil patochadas. -Por vida del duque -dijo la duquesa-, que no se ha de apartar de Sancho un punto: quiérole yo mucho, porque que es muy discreto.

Sin embargo, no quiere Colón que sean arrebatados de sus hogares, «puesto que son propiedad del Rey y de la ReinaEmpero de sus labios se escapan estas palabras, harto significativas: «Son seres tímidos y nacidos para obedecer; harán cuantos trabajos se les manden. Bastan tres de los nuestros para poner en dispersión á mil de los suyos.

La casa, el bosque, los prados, el jardín... Mire usted qué horrible es esta magnolia. La casa muy fea y muy antigua, siempre lo he dicho... Si la dieran tan siquiera un revoque y me pintaran los balcones, todavía... El bosque no vale para nada, no trae utilidad, está ocupando un sitio precioso para hortaliza o espalera de fruta o lo que le manden. Fernanda soltó una carcajada.

Yo no quiero nada con Cortes repuso . ¿Pero usted es de los bolos que creen habrá tal novedad? La regencia está decidida a echar la tropa a la calle para hacer polvo a los vocingleros que ahora no pueden pasarse sin Cortes. ¡Angelitos! Déseles la novedad de este juguete para que se diviertan. La regencia repuso el poeta hará lo que la manden. Callará y aguantará.

Para que haya un Régulo es menester que haya cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y sabidurías le condenen a beberla, y para que haya mártires que se dejen desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o asar porque no se prestan a adorar los ídolos o por otra tontería por el estilo.

Mi padre es viudo, y tiene tres hijos; el último de ellos soy yo; mi hermano primero es el que corre ahora con la fábrica; mi hermana Eugenia está casada con un agente de Bolsa... A también quería meterme mi padre en estos líos, pero yo soy un hombre muy especial; basta que me manden una cosa, para hacer la contraria.

D. Francisco, unos pobrecillos, almas de Dios... Como no nos manden acá otros descamisados que esos, ya podemos echarnos a dormir. Algunos se subieron a las habitaciones reales, y andaban por allí hechos unos bobos, mirando a los techos. Otros preguntaban por las cocinas. ¡Era un dolor, una cosa atroz, hijo, verles muertecitos de hambre! Me daba una lástima, que no puede usted figurarse.