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Siempre que la enfermera subía al piso alto, permanecía largo rato en aquel aposento, contemplando, al través de la vidriera policroma, el paisaje conocidísimo, y, sin embargo, extraordinario, que se veía desde allí.

Señor Francisco, yo digo lo que me dicen. Pues vamos allá exclamó Montiño con una resolución heroica. Subieron por la escalerilla de las Meninas, atravesaron parte del alcázar, y al fin el rodrigón abrió una puerta, hizo atravesar á Francisco Montiño una antesala y le introdujo en una sala. En ella, sentada junto á la vidriera de un balcón, estaba la hermosa doña Clara.

Y si por acaso de aquí a algún tiempo una paloma blanca fuese a batir sus alas delante de su vidriera, es que yo aporté al Havre en mi arca, llevando conmigo, entre otros animales, a Pinho y a doña Paulina, para que, más tarde, cuando hayan bajado las aguas, Portugal se repueble con provecho, y el Estado tenga siempre Pinhos a quienes pedir dinero prestado, y Quinitos gordos con quienes gastar el dinero que pidió a Pinho.

, señora; una de estas platerías de puntapié, que todo lo que tienen no vale seis duros. No la conozco; se ha puesto hace poco; pero yo me enteraré. Aspecto de pobreza. Se entra por una puerta vidriera que también es entrada del portal, y en el vidrio han puesto un letrero que dice: Especialidad en regalos para amas... Antes estaba allí un relojero llamado Bravo, que murió de miserere.

7 El licenciado Vidriera, de D. Agustín Moreto. 8 Nuestra Señora del Pilar, de Sebastián de Villaviciosa, D. Juan de Matos y D. Agustín Moreto. 9 El embuste acreditado y el disparate creído, de D. Luis Vélez de Guevara. 10 Agradecer y no amar, de D. Pedro Calderón. 11 No hay burlas con las mujeres: casarse y vengarse, del Dr. Mira de Mescua. 12 Los amotinados de Flandes, de Luis Vélez de Guevara.

No le repugnaba a doña Lupe trabajar los domingos, porque sus escrúpulos religiosos se los había quitado Jáuregui en tantos años de propaganda matrimonial progresista. Púsose, pues, a zurcir en su sitio de costumbre, que era junto a la vidriera. En el balcón tenía dos o tres tiestos, y por entre las secas ramas veía la calle.

Vuestra historia es muy conocida. He sido la sanguijuela de Lerma, y la loca de don Rodrigo. Os leí, pues, en el convento. ¿Y qué habéis leído hoy en ? Vamos á vuestra segunda época. Salía yo esta mañana de palacio y andaba por esas calles de Dios, pensando en dónde encontraría posada, cuando al buscar en un balcón una cédula, os vi á vos tras de la vidriera.

Las escenas lejanas de la muerte del de Luzmela se le aparecieron en una confusión tenebrosa, y se quedó «mirándolas» con los ojos abiertos y parados sobre la vidriera plegada del balcón. Creyó sentir entonces que una cosa dura golpeaba los cristales con siniestro aleteo.... ¿Si sería la nétigua? Se acercó a observar, andando de puntillas con infantil sigilo. No era la nétigua.

Los visillos de la vidriera, en un tiempo blancos, tenían hoy color de ceniza húmeda, y en sus pliegues eran visibles los estragos de la polilla. Frontero a la ventana, encima de una mesa, entre dos jarrones de porcelana, un reloj de cristal, una lira, con la esfera de cobre dorado y las cifras esmaltadas de azul, bajo roto fanal cuyas partes estaban cogidas con lañas de papel.

En el colegio no lo había; pero dijo que iba a llevarla a la sacristía, donde lo encontraría y podría verse bien. No quiso ir. Estaba de un humor de todos los diablos. Al pasar por delante de una puerta vidriera que tenía cortinillas encarnadas había podido ver su imagen reflejada. ¿Y sabes que no me pareció que estaba feílla con la cofia?