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Actualizado: 1 de noviembre de 2025


Temía la posible extrañeza de otro hombre y deseaba evitarla. Este hombre la había conocido siempre vestida de muchacho, tratándola á causa de ello con una confianza amistosa. ¡Quién sabe si al verla con faldas, lo mismo que una señorita, experimentaría cierta timidez, mostrándose ceremonioso y evitando finalmente nuevos encuentros con ella!...

Pensando en esto, ella daba vida en su mente a una gallarda utopía, es decir, a la existencia posible de un populacho fino o de una plebe elegante y bien vestida. Pero esto, ¿no era una atrevida excursión al porvenir?

Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta, escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión, la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era preciosa.

Al lector que en su fuero interno haya diputado ya a Gonzalo por hombre desleal y pérfido, o por lo menos débil, declarándole quizá «un carácter repugnante», como dicen los críticos cuando los personajes de las novelas no son todo lo heroicos y talentudos que ellos quisieran, pusiérale yo en aquel nido pequeño y perfumado como el cáliz de una magnolia, frente a la niña menor de los señores de Belinchón, vestida con peinador de cintas azules que dejaban ver una buena parte de su garganta amasada con rosas y leche, recibiendo en el rostro los relámpagos azulados de sus ojos, y escuchando una voz grave y pastosa que removía todas las fibras del alma.

Cuando se entraba en el salón, en aquella noche fresca de la primavera, con todos los balcones abiertos a la noche, con tanta hermosa mujer vestida de telas ligeras de colores suaves, con tanto abanico de plumas, muy de moda entonces, moviéndose pausadamente, y con aquel vago rumor de fiesta que comienza, parecía que se entraba en un enorme cesto de alas.

En uno vió á Juanito Pelaez al lado de una mujer, vestida de blanco con un velo transparente: en ella reconoció á Paulita Gómez. ¡La Paulita! exclamó sorprendido. Y viendo que en efecto era ella, en traje de novia, con Juanito Pelaez, como si viniesen de la iglesia, ¡Pobre Isagani! murmuró ¿qué se habrá hecho de él?

María Teresa pensaba tristemente: ¿Será solamente por estos dones exteriores por los que me ama? Y se preguntaba algo ansiosa: ¿Sentiría el mismo placer en estar conmigo si yo no estuviera tan bien vestida? No experimentaba gran satisfacción en ser rica, elegante, admirada. En el fondo de su corazón, habría preferido que Huberto le demostrase su cariño de otra manera.

Me dió una carta, que el Auditor de la expedicion reduccional habia dejado para el de la fluvial: regalóme un cordero y unos zapallos, quedándome corrido á vista de esta generosidad no tener mucho que regalarles. Solo esta indiada, como la pasada, es hermosa, culta, bien criada y vestida: despedíme de ellos, y aquí se quedó el indio que me vino acompañando.

En cambio, estaba esplendorosamente vestida con telas de vivos colores, que formaban triste contraste con su rostro marchito, minado por la enfermedad. Los únicos convidados eran Alvaro Peña y don Rufo. Pachín, el buen Pachín, vestido de máscara, abrió la puerta y dijo con voz sonora que Ventura le había ensayado: La señora está servida.

El resto de los vecinos, como no tenían los motivos que el mayordomo para cambiar de opinión, siguieron aferrados á la antigua. Poco después de amanecer D.ª Beatriz salió de su habitación vestida, se desayunó cambiando pocas palabras con D.ª Robustiana y volvió á enterarse del camino que conducía á Canzana.

Palabra del Dia

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