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Actualizado: 9 de junio de 2025
Entré en un café, tomé hasta seis tazas de este brebaje, y reanimado mi valor por aquellos tres francos de energía, subí sin retenerme los tres pisos, y con mano temblorosa y febril ademán, sin querer pensar en nada por miedo de arrepentirme, tiré del cordón de la campanilla, cuyo sonido me heló la sangre en las venas.
Yo querría no haber tenido otro talento que romper piedras por las calles... ¡Sería más dichosa!... ¡Mis talentos! ¿y habré pasado el mejor tiempo de mi vida en adornar con ellos á otra mujer, para que sea más bella, más adorada y más insolente aún?... Y cuando lo más puro de mi sangre, haya pasado á las venas de esa muñeca, ella saldrá de aquí apoyada en el brazo de un esposo feliz á tomar parte en las más bellas fiestas de la vida, en tanto que yo, sola, vieja y abandonada iré á morir en algún rincón, con una pensión de doncella... ¿Qué es lo que he hecho al Cielo para merecer este destino?
Aquel hombre había sido muy malo para mí, muy malo para su hermana; pero era mi pariente cercano, hermano de mi madre; la sangre que corría por mis venas era su sangre, y esa voz interna que nos incita a ser benévolos con las faltas de los nuestros, no podía permanecer callada después de la escena que pasó ante mis ojos.
Después, separándolos dulcemente de sí, les dijo: Necesito justificarme ante vosotros. ¡Madre y señora! exclamó don Juan. ¡Justificaros vos! ¿y de qué? dijo doña Clara. Vos, don Juan, sois noble y á más de noble, hombre de honor; no desmentís la ilustre sangre que por vuestro padre y por mí corre en vuestras venas. Estoy segura, no tengo duda de ello, que os pesa de ser mi hijo.
Pero, ¡Santo Dios! ¡qué pálida estaba! sus ojos azules, tan bellos y tan puros, estaban rodeados de un ligero círculo amoratado, en el que las venas surcan la piel suave y rosada. ¡Dios mío! ¡perdón! ¡perdón! dijo, y se dejó caer de rodillas sobre el duro suelo. Algún tiempo después se levantó con las mejillas purpurinas y los ojos brillantes.
Cuando mis labios se posaron sobre aquella mano aún tibia y húmeda por las lágrimas, me pareció que una languidez mortal corría por mis venas. Margarita volvió la cabeza, arrojó una mirada sobre el sombrío horizonte; luego, descendiendo lentamente las gradas: Partamos, dijo.
Reina gentil de aroma y maravillas A quien un pueblo puesto de rodillas Como a custodia de su fé venera. No de Isabel la sangre esplendorosa Va en tus venas. ¡Pero eres una rosa Que lleva España abierta en su bandera! BANDERA ESPA
¿Qué le sucede a Martín?... ¡Infeliz! El rostro se le pone amoratado y se congestiona, las venas de la frente se hinchan, los ojos parecen querer saltar de sus órbitas, una espuma blanquecina aparece en los labios.
Pero yo jamás olvidaré que aquella noche, al oír el estertor de un hombre invisible, el horrible maullar de cien felinos y los acentos de terror de un pobre indio, la sangre se heló dentro de mis venas, erizáronse mis cabellos, se estremeció todo mi cuerpo, y lo confieso !tuve miedo!
Le parecía que algo nuevo circulaba por su venas; era vino caliente y espumoso que arrollaba y barría la antigua horchata.
Palabra del Dia
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