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Actualizado: 9 de julio de 2025
Sin embargo si oía que alguno sobresalía en algo que no sea trabajo mecánico ó arte imitativa, en química, medicina ó filosofía por ejemplo, decía: ¡Psh! promeeete... ¡no es tonto! y estaba él seguro de que mucho de sangre española debía correr por las venas del tal indio, y si no lo podía encontrar apesar de toda su buena voluntad, buscaba entonces un orígen japonés: empezaba á la sazon la moda de atribuir á japoneses y á árabes, cuanto de bueno los filipinos podían tener.
Esto no había de ser: era imposible... Nada que más repugne á mi conciencia; nada más contrario á mis principios; pero hay un justo medio... Delito es matar á quien ha ofendido... pero es vileza abrazarle. Sr. D. Valentín, V. no tiene sangre en las venas. Todo esto lo fué soltando, despacio y bajo, casi en el oído de D. Valentín, su tremenda esposa Doña Blanca.
Aunque nacida en Bruselas, por las venas de la Camargo corría sangre española, y la pequeñez de sus manos, la finura de sus torsos y la brevedad de sus pies, decían claramente la distinción de su raza, familia noble que había dado á la Iglesia arzobispos y cardenales.
Dividen el nacimiento en una multitud de pequeños regueros, con objeto de esparcir la vida sobre la mayor extensión posible, y trazan á todas estas pequeñas venas de agua el camino más recto hacia las plantaciones y los cultivos.
En el campo hay, por lo general, dos clases de personas: los estancieros, dueños de las ricas estancias por una parte, y por otra, los colonos, que así se denomina a los extranjeros, por lo común, italianos, y los ignorantes peones, en cuyas venas fluye más o menos sangre india, ambos de los cuales cultivan la tierra.
No; no, señora: y si os lo revelo á vos, es porque su majestad la reina... ¡La reina!... Ya que se ha dignado favorecer á mi sobrino... á don Juan Girón, quiero decir... debe satisfacerla que alienta en sus venas la generosa sangre de los Girones.
Pedro Lobo tenía en sus venas mucha sangre india, pero también tenía en sus venas sangre española. La sangre india, sin embargo, se sublevaba furiosa contra todo cuanto había en él de español.
Aquella cadena de montañas, unas azulosas, otras brillantes por sus nieves, tenian uña majestad arrobadora que yo, con mi corazón de Colombiano, comprendía perfectamente y contemplaba con amor. Pero al pié veía la vasta ciudad, cuya cabeza es una inmensa roca y cuyas arterias son los dos hermosos rios, atravesados por quince ó diez y seis puentes, que son como las venas ligadoras.
En seguida me sentí levantada, suspendida entre sus brazos. Me parecía que me habían abierto las venas: creí, en ese instante de abandono y de embriaguez, que mi sangre ardiente se esparcía sobre mí hasta la última gota. Sentía en mi cara el calor de su aliento. Por un instante tuve la impresión de que había rozado mi frente con un ligero beso. Después regresamos en silencio a la casa.
Pertenecía a la excelente clase de pobres de espíritu, que lo son también de palabras. Concentraba en sí su tristeza incolora, sus uniformes recuerdos, sus pensamientos monótonos. Por esto solía decirle la tía María: «Es usted un bendito, hermano Gabriel; pero no parece que la sangre corre en sus venas, sino que se pasea.
Palabra del Dia
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