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Actualizado: 12 de junio de 2025
No me atrevo a pedirte que dejes de asistir al baile aunque eso sería lo más conveniente, porque dirías que te pido demasiado... Pero sí te ruego que no bailes, sobre todo el vals... No es que estés enferma; pero te veo tan nerviosa y agitada que no puedo permitir que te entregues a un ejercicio que habría de exacerbar tu excitación. ¿Conque, me lo prometes, Magdalena? Di, hija mía.
Mientras tú no te vayas, siempre tendrá esa necesidad de emociones fuertes que me da tanto cuidado. No tomes a mal lo que te digo, Amaury; pero, he de confesarte con noble sinceridad que daría yo algo bueno por verte ya lejos de ella. » Pero, ¿qué hago? ¿Toco o no toco el vals? » Tócalo. Yo estaré a tu lado. Haz caso de lo que yo te recomiende y no accedas a los ruegos que ella pueda hacerte.
Después de la comida, una parte de los convidados pasó a la pieza de fumar; el señor de Lerne les seguía, cuando su madre le detuvo. Jacobo díjole , toca tu último vals a la señora de Maurescamp antes que lleguen los demás convidados; no te lo ha oído, y estoy segura de que le gustará. Os pido que lo hagáis, señor dijo Juana. El señor de Lerne saludó y sentose al piano.
Ya lo oyes, Amaury: bailaremos el próximo vals. Pero recuerda, Magdalena repuso Amaury, gozoso y turbado a un tiempo, que precisamente ése es el vals que debía bailar con Antoñita... Magdalena volvió vivamente la cabeza y sin pronunciar palabra interrogó a su prima con una muda mirada.
En la cabeza dos peinetas de oro de una sencillez irreprochable sostenían su cabello rubio mate, y fuera de las numerosas cadenas de pulseras que rodeaban sus brazos, ni una sola alhaja, ni una sola flor, ni un solo adorno, lucían en aquella mujer. ¡Qué espléndido vals! me dijo, bailemos, yo no resisto...
No podemos quedarnos en este rincón aislado murmuró María Teresa levantándose, entremos en el salón. Luego, volviendo hacia Huberto su cara sonriente: Para que tenga usted paciencia, le concedo este vals. Pero Huberto continuaba: Usted no se librará de mi demanda importuna con el don de un vals. No la dejaré esta noche sin haber obtenido una respuesta cierta.
Elena lo sabía bien y por eso hizo señas de que no le molestasen más con sus instancias. Fue Visita quien se sentó delante del piano. Ella no sabía nada de Chopin ni de Haendel, pero conocía todos los valses y polcas que corrían por Madrid. A ver, niños, a bailar. Voy a tocaros el vals de los Pajeles. Marqués, dé usted una vuelta con Clara porque ya sé que Tristán no baila.
Y de lejos, por entre el ramaje, arrastrándose sobre las verdes olas de los campos, contestaban los ecos del vals que iba acompañando al pobre albaet hacia la eternidad, balanceándose en su barquilla blanca galoneada de oro.
Bettina piensa en los jóvenes Turner, Norton, en Pablo de Lavardens, que dormirán tranquilamente hasta las diez de la mañana, mientras Juan recibirá este diluvio. ¡Pablo de Lavardens! este nombre despierta en su espíritu un recuerdo doloroso: el vals de la víspera... ¡Haber bailado así, cuando la pena de Juan era manifiesta!
Eso es mucho, papá; considere usted que ahora son las diez escasas. » Bien, hija mía; hoy permitiré que te levantes una hora antes, y como hace muy buen día y la temperatura es agradable, abriremos la ventana para que respires el aire puro del exterior. »Mientras abrían la ventana, y el aire y el sol inundaban el aposento, inclinose a mi oído Magdalena para decirme: » ¿Y el vals?...
Palabra del Dia
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