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Bettina piensa en los jóvenes Turner, Norton, en Pablo de Lavardens, que dormirán tranquilamente hasta las diez de la mañana, mientras Juan recibirá este diluvio. ¡Pablo de Lavardens! este nombre despierta en su espíritu un recuerdo doloroso: el vals de la víspera... ¡Haber bailado así, cuando la pena de Juan era manifiesta!

Madama Norton entregó a madama Scott una linda tarjeta con filete de oro, que decía: Menu du dîner du 15 Avril 1880, y más abajo: Consommé

Imaginaos una especie de ronda mágica en tres actos y cuyo éxito fuera creciendo de cuadro en cuadro: 1.º Paseo a caballo por la mañana, a las diez, en el Bosque, con dos maravillosos grooms traídos de América; 2.º Paseo a pie, a las seis, en la avenida de las Acacias; 3.º Aparición en la Opera, a eso de las diez, en el palco de madama Norton.

M. Scott se dejó convencer, y Zuzie, en los primeros días de enero de 1880, escribió la carta siguiente a su amiga Katie Norton, que desde hacía algunos años habitaba París: «¡Victoria, está decidido! Richard consiente. Llegaré en el mes de abril y volveré a ser francesa.

Nunca habría dejado a la señora Baronesa dijo a madama Norton, si la casa hubiera seguido en el mismo pie de lujo; pero la señora Baronesa tiene cuatro hijos, dos que han hecho locuras, y dos niñas que pronto serán casaderas, y deberá dotarlas. En fin, la señora Baronesa se ve obligada a estrecharse, y la casa no es bastante importante para .

Salí de la pieza y me reuní a Mabel, que me esperaba vestida en el vestíbulo. Después de despedirse rápidamente de Isabel Wood, su antigua condiscípula, la saqué de allí, la hice subir a la volanta y con ella me volví a Chipping Norton.

Madama Norton comenzaba el preludio del vals. ¡Y bien! dijo Pablo, llegando alegremente, ¿es con él o conmigo, señorita? Con vos respondió tristemente ella, sin separar los ojos de Juan. Estaba muy turbada, y contestó eso sin saber lo que decía. Mas en seguida sintió haber aceptado. Habría deseado quedarse al lado de él... pero era demasiado tarde. Pablo le tomó la mano y la arrastró.

Madama Norton acababa de instalarse en el piano para hacer bailar un poco a los jóvenes. Pablo de Lavardens se acercó a miss Percival. ¿Queréis hacerme el honor, señorita? ¡Ah! Creo haber prometido este vals al señor Juan. En fin, ¿si no es con él... será conmigo? Convenido. Bettina se dirigió hacia Juan que se había sentado cerca de madama Scott. Acabo de echar una gran mentira.

Y el 15 de abril de 1880, M. Scott, Zuzie y Bettina bajaron del tren del Havre a las cuatro y media, en la estación Saint-Lazare, y encontraron a madama Norton, que les dijo: Ahí tenéis vuestra calesa en el patio, y detrás de la calesa está el landó para los niños, y más allá un ómnibus para los criados, todos con vuestras iniciales, conducidos por vuestros cocheros y tirados por vuestros caballos.

»Sobre todo, mi querida Katie, no os fijéis en el dinero. Haced locuras, verdaderas locuras, es todo lo que os pidoEl día en que madama Norton recibía esta carta, corrió la noticia de la quiebra de cierto señor Garneville, gran especulador que no había tenido buen tacto, sintiendo la baja cuando debió sentir la alza.