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Actualizado: 8 de julio de 2025


Por eso estaba tan alegre Bettina el 14 de junio, a mediodía, al subir al tren que debía conducirla a Longueval. Apenas se vio sola en el vagón con su hermana, exclamó: ¡Ah, cuán contenta estoy! Respiremos un poco. ¡Sola con vos durante diez días, qué suerte! pues los Norton y los Turner no vendrán hasta el 25, ¿no es así? , el 25.

No había hombre más caballero que Juan en el mundo, y el dinero de Bettina le causaba horror, verdaderamente horror. Desde el 25 de junio un mundo de gente invadió Longueval. Madama Norton llegó con su hijo Daniel Norton, y madama Turner con su hijo Felipe Turner, y ambos jóvenes formaban parte de la famosa cofradía de los treinta y cuatro.

Seis semanas antes, este Garneville se había instalado en una gran casa toda recién amueblada, que no tenía más defecto que ser de una magnificencia demasiado violenta. Madama Norton firmó un contrato de alquiler, cien mil francos al año, con opción a comprar la casa y el mueblaje por dos millones en el primer año.

Luego no estaba enamorado, pues el amor y la tranquilidad rara vez hacen buenas migas en un mismo corazón. No obstante, Juan veía con cierta inquietud y tristeza acercarse el día que traería a Longueval a los Turner, los Norton y toda la colonia americana. Ese día llegó muy pronto. El viernes 24 de junio, a las cuatro de la tarde, cuando Juan vino al castillo, Bettina lo recibió muy triste.

Este distinguido funcionario puso sus condiciones, y aunque excesivas, no asustaron a madama Norton, que sabía se trataba de un hombre de verdadero mérito; mas él, antes de decidirse, pidió permiso para telegrafiar a New-York pidiendo informes, y como la respuesta fuera favorable, aceptó.

El maestro tomó posesión de sus hornillas y el picador de sus caballerizas. Lo demás era únicamente cuestión de dinero, y madama Norton aprovechó sus plenos poderes, conformándose con las instrucciones recibidas. En el corto espacio de dos meses hizo verdaderos prodigios para que la instalación de los Scott, fuese completa y absolutamente irreprochable.

Desde que ella abandonó la casa no he perdido de vista las cartas enviadas al correo, como el señor Ford me había indicado que lo hiciera; pero el señor Dawson no le ha escrito nunca hasta esta mañana, que por casualidad, creo yo, envió una carta al correo dirigida a ella, entre un número de otras que entregó al mensajero. Está en Mill House, Church Enstone, cerca de Chipping Norton.

Palabra del Dia

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