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Actualizado: 12 de junio de 2025


Iba a contestarle su padre, pero ella con un ademán le suplicó que callase; cree la infeliz que a se me oculta su estado y no quiere darme a conocer sus presentimientos y sus temores. Al poco rato me ha rogado que saliese del saloncito y que volviese a tocar aquel vals de Weber a que tanta afición muestra.

Señoritas, perdónenlo ustedes también; con Martholl nadie puede enojarse en una noche de baile: la que él no invitase, quedaría demasiado castigada. Y como el preludio de un vals se hiciera oír, una por una las jóvenes se alejaron del brazo de sus respectivos compañeros. María Teresa y Huberto no tardaron en quedar solos.

Y lo peor era que Cecilia, al negar, no lo hacía con placer, sino con repugnancia, como si le doliese causar disgusto a un amigo. Este sentimiento hería aún más el amor propio del pretendiente. Después que bailaron un vals, sentáronse fatigados en un ángulo del salón. Flores le había cogido el abanico, y la abanicaba respetuosamente. Así quisiera pasarme la vida dijo con acento sincero. ¡Oh!

¿Qué sueño de vals desagradable para Vd.? me dijo de pronto, sin dejar de recorrer el salón con la vista. Un vals de delirio... no tiene nada que ver con esto me encogí a mi vez de hombros. Creí que no hablaríamos más esa noche. Pero aunque María Elvira no dijo una palabra, tampoco pareció hallar al compañero ideal que buscaba.

Y concluyeron su danza con el cielo pasadas las peripecias de la cadena en que los bailarines coronaron su esfuerzo, haciendo castañetear los dedos al compás de la música y con gran habilidad, mientras las guitarras gemían con un vals lleno de sentimiento y armonía de esos que, según la expresión consagrada, levantan de los pelos.

Un hombre muy alto, encaramado sobre unos zancos que le ponían al nivel de los segundos pisos, recogía propinas de los balcones, tocando el clarinete y haciendo piruetas; la multitud reía en torno, contemplando las contorsiones del volatinero, y algunos grotescos mascarones chapaleteaban sobre el fango, dando vueltas vertiginosas al compás del vals canallesco.

Detúvose el fugitivo un momento, turbado, con cierto pavor respetuoso, semejante al del profano que se encontrara de repente en el fondo de las catacumbas, en medio de los divinos oficios; a lo lejos, oíanse en la calle el vals de La Gran Duquesa y los gritos de la canalla... Dio entonces dos pasos a tientas, extendiendo el brazo para salir por la puerta de enfrente a la calle de la Montera, y tropezó con un confesonario arrimado a la pared de la derecha; abrióse al punto la puertecilla baja de delante y apareció una mano muy blanca pegada a una manga negra.

En aquel momento la orquesta empezó á tocar un vals. ¿Ves ese señor? ¿ese enclenque que va volviendo la cabeza buscando saludos?

Sobre uno de los cuadros de césped del jardín, una media docena de jóvenes, enlazadas de dos en dos, reían con estrépito, bailando alegremente al sol, mientras que un piano hábilmente tocado, les enviaba, á través de una ventana abierta, los compases de un impetuoso vals.

Pero el club es el club, y aquella noche, los violines, riendo bajo la cuerda de los arcos, transmitían la alegría y el entusiasmo singular de la música a todos los semblantes. De pie, delante de la puerta que da paso a la gran escalera del comedor, yo seguía el vuelo espiralado de las parejas impelidas por el soplo caliente de un vals de Metra.

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