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Eran las diez y ya la atmósfera empezaba á ponerse cargada cuando Harvey dijo á sus convidados: Si tienen ustedes gana de fumar, vámonos de aquí, porque de seguro mi hija va á venir pronto á rogarnos que pasemos al salón. Tragomer y yo vamos á reunirnos con ella ahora mismo, si usted lo permite, dijo Marenval. Sorege levantó la cabeza pero no siguió á sus compatriotas.

Fué afectuosa su separacion, y con especialidad Zadig se quedó penetrado de estimacion y cariño á tan amable huésped. Quando estuvo con el ermitaño en su aposento, hiciéron ámbos un pomposo elogio de su huésped. Al rayar el alba, despertó el anciano á su camarada. Vámonos, le dixo; quiero empero, miéntras que duerme todo el mundo, dexar á este buen hombre una prueba de mi estimacion y mi cariño.

D. Luis, casi sin replicar, y como si fuera mandato, tomó su sombrero y su bastón, y diciendo «Vámonos donde quieras» siguió a Currito que se adelantaba, tan satisfecho de aquel dominio que ejercía. El casino, en efecto, estaba de bote en bote, gracias a la solemnidad del día siguiente, que era el día de San Juan.

No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero quiero que hablemos. Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente: Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro. Y subieron las escaleras de la iglesia. Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo.

Cecilia dijo una señora de edad madura, mirada altiva y de formas enjutas y angulosas; Cecilia, ponte el abrigo, y vámonos. En seguida, mamá. Pero acabo de comprometerme para una contradanza, y voy antes a disculparme. De ninguna manera exclamó la dueña de la casa. La señora D'Ortlies nos concederá un cuarto de hora...

Maltrana sufrió en silencio estas palabras de su tío, que aún le parecieron más molestas en presencia de su tertulia de majaderos. Sin embargo, fingió una sonrisa pensando en el dinero que podía darle. Creo continuó el Ingeniero que ha llegado para ti la hora de... vámonos.

Yo quise ver el arco, como era natural, a pesar de la resistencia de Alejandro. ¡Vamos, vamos, llévame le decía. ¡Bonita cosa quiere ver! no pierda el tiempo en ver mamarrachos; vámonos. Pero tanto hice, que el mulato tuvo que ceder, y llegamos al arco que a me pareció colosal. Vamos, pues, niño; vamos.

No recibiremos nosotros así a los cosacos en la sierra; ¡ya encontrarán quien les las buenas tardes! Luego, alzando los hombros con expresión de repugnancia, dijo: El miedo es algo ruin; ¡y todavía más cuando lo que podemos perder es una vida miserable! Vámonos.

Las tres mujeres se rieron mucho también de aquella salida tan fina, e Izquierdo, rascándose la noble frente, dijo así: «La señorita... a cuenta que ahora le enseñará a no soltar exprisiones». Buena falta le hace... En fin, vámonos.

El perro Plutón, situado detrás del doctor, miraba aquello con aire atento, como si comprendiera de lo que se trataba, y de vez en cuando estiraba las patas y arqueaba el lomo, abriendo la boca hasta las orejas. Materne no pudo ver más. ¡Vámonos! dijo. Apenas hubieron entrado en el obscuro pasillo, oyeron exclamar al doctor: «¡Aquí está la bala