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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Y luego, volviéndose, exclamó: Juan Claudio, abajo nos espera un jamón y algunas botellas de vino añejo, que no se beberán los alemanes. No, Catalina, no se las beberán. Vámonos; aquí estoy.
Había entrado en la casa cuando María apenas contaba un año para servirla de niñera, y nunca más la dejó, siendo ejemplar notable de criada fiel y consecuente. ¿Desde cuándo está ya vestida mi palomita? Hace ya cerca de una hora, Genoveva. Creí escuchar las campanas y me engañé. Ahora suenan de veras. No perdamos tiempo; toma los paraguas y vámonos...
Dos kilos y medio, señora. Sotero Rico me lo dio de lo superior. ¿Y postres, bebidas?... Hasta Champaña de la Viuda. Son el diantre los curas, y de nada se privan... Pero vámonos adentro, que es muy tarde, y estará la señora desfallecida. Lo estaba; pero... no sé: parece que me he comido todo eso de que has hablado... En fin, dame de almorzar.
Vámonos, madre, vámonos, ó te atrapará también. Pero no puede atrapar á Perlita.
Vámonos andando dijo. Y ambos echaron a andar agarrados del brazo, sin pronunciar una palabra, atravesando diagonalmente el paseo para ganar la acera opuesta, por parecerles quizá menos solitaria.
Los hombres, convencidos, se echaron sobre Zalacaín, éste cerró contra los dos; uno de los voluntarios le dió un bayonetazo en el hombro izquierdo, y Martín, furioso por el dolor, le tiró una estocada que le atravesó de parte a parte. La patrulla se había declarado en fuga, dejando un fusil en el suelo. ¿Estás herido? preguntó Bautista a su cuñado. Sí, pero creo que no es nada. Hala, vámonos.
Eso prueba una conciencia tranquila. ¡Dios la bendiga!... Ahora, para darte el documento, deja caer sobre mí el rocío de esas monedas de oro que me fueron prometidas. Lord Gray dio algunas monedas a la vieja, recogiendo luego un papel que guardó en el seno. Después se levantó, dispuesto a partir conmigo. Vámonos le dije o estrangulo a esa maldita bruja.
Ahora que el uno se ha ido a soñar despierto y el otro a velar dormido, vámonos tú y yo a cenar con la gente alegre, que aguardándonos está. No, Pepe. No me siento buena. El sofocón que he tomado, el frío que hacía al salir del teatro, me han cortado el cuerpo. Tengo escalofríos. Tus dengues de princesa dijo Pepe Vera . Vente conmigo.
Vámonos dijo con un laconismo de enfado. La siguió el príncipe, cabizbajo, arrepentido de su violencia. A los pocos pasos, ella pareció conmoverse por este mutismo que representaba un arrepentimiento, y volvió á sonreir: Ya sé que en adelante no debo verte á solas... Olvidaba que eres un marino, acostumbrado á bajar en los puertos con premura, sin querer perder tiempo.
¡D. Norberto! ¿Qué es eso? ¿Qué le pasa? Hola, querido. Nada, nada... no es nada respondió sin aturdimiento. Sí le pasa algo... ¿Qué le han hecho a usted en esa casa? Nada, nada... Vámonos que se reúne gente. ¿Se va usted a ir sin sombrero? Es verdad... Voy a pedirlo... Aguarda un poco.
Palabra del Dia
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