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Actualizado: 31 de agosto de 2025


Se me habrán perdido...; que yo tenía los veintiuno esta mañana.... No puede ser: yo te di dos reales en plata. Es que ... los cambié en la plaza.... ¿Qué ha hecho tu madre esta mañana? pregunta rápido el Tuerto al mayor de sus hijos, cogiéndole por un brazo. El chiquitín tiembla de miedo, mira alternativamente á su padre y á su madre, y calla. ¡Habla pronto! dice el primero.

¡Bribona, la has hecho hoy ... y yo te voy á abrir en canal! grita exasperado el Tuerto al notar la turbación, cada vez más visible, de su mujer. Á ver el dinero, digo, ¡pronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los enseña á su marido. ¡Esos no son más que ocho cuartos ... y yo te dejé veintiuno!... ¿Ónde están los otros?...

Y otra que le conocia mas: Buenas tardes, señor Memnon; de veras, señor Memnon que me alegro mucho de veros: ¿cómo es que estais tuerto, señor Memnon? y dicho esto, se fué sin aguardar respuesta. Agazapóse Memnon en un rincon, esperando á poderse echar á los pies del monarca.

En la punta de la lengua tuve la observación de que el motivo que había tenido el pobre Burton para poner en su testamento esa extraña cláusula, era el temor que él le inspiraba, y que la había insertado bajo coacción; pero felizmente me dominé, y con cierta cortesía le dije «buenas noches». Que me ahorquen, Gilberto gritó Reginaldo, cuando el tuerto se hubo retirado.

No pronunció el Tuerto palabra; únicamente su ojo verdoso se encendió con fosfórica luz, y miró a Barbacana, como pidiéndole permiso de tomar parte en la empresa. Barbacana hizo con la cabeza señal afirmativa, pero le indicó al mismo tiempo que guardase la navaja.

¿Y quién le garantizaba que este príncipe no fuera tuerto o picado de viruelas?... ¡Había que evitar resolución tan inconsulta!... Y para evitarla, no veía otro medio que dejar de mirar las almas y mirar sólo los rostros... ¿No era al fin y al cabo eso lo que le aconsejó el enano cuando le dijera: «mira las rosas y no toques los rosales?...»

Después que hubo anudado las cuatro puntas del pañuelo que contenía el equipaje, se incorporó el hombre, volvió la cara... y conocí en ella á la del Tuerto; pero más obscura, más triste, más ceñuda que nunca. La sardinera, al oir á su marido, rompió á llorar á todo trapo: sus hijos la siguieron en el mismo tono. ¡Á ver si vos calláis, con mil demonios! exclamó el pescador con visible emoción.

No podía hacer la pobre niña nada, fuese tuerto o derecho, que mereciese su aprobación; era un ordenar constante de la mañana a la noche, primero una cosa, después otra, a menudo cosas contrarias, lo que producía disgustos, conflictos y escenas ruidosas. Julia tenía ocupados todos los minutos del día; cinco horas de piano, dos de bordado, dos de estudio, etc.

Del cacique Martin, un indio tuerto, Era hija la india, y muy hermosa: Por muger se la diò, que andaba muerto Por ella: ¿A quien no mata aquella Diosa? El mozo, como siente el grave tuerto De Mendieta, que es burla muy penosa El cuerno al ojo, hizo á los paganos Matasen

Individualmente considerados, quizá faltaban a muchos los detalles menores, como dedos de la mano y pies, orejas, etc.; pero estas leves omisiones no le quitaban nada de su fuerza colectiva. El más hábil de entre ellos, no tenía más que tres dedos en la mano derecha; el más certero tirador era tuerto de solemnidad. Tal era el aspecto físico de los hombres dispersos en torno de la cabaña.

Palabra del Dia

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