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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Sin calmarse un momento la agitación de la gente de tierra, los marineros que aun quedaban en ella fueron poco á poco pasando á la lancha: el último entró el Tuerto, después de haber dado un estrecho abrazo á su padre y á su vecino, que le acompañaron hasta la orilla. Nada quedaba de común, sino el corazón, entre los embarcados y la gente de tierra.
Figúrese usted refirió el médico que Barbacana tiene a sus órdenes otro facineroso, un paisano de Castrodorna, conocido por el Tuerto, que va y viene a Portugal a salto de mata, porque una noche cosió a puñaladas a su mujer y al amante.... Hace poco parece que le echó mano la justicia, pero Barbacana se empeñó en librarlo, y tanto sudaron él y los curas, que el hombre salió bajo fianza, y se pasea por ahí.... De modo que, a pesar de los pesares, nos tiene usted como siempre, mandados por el infame Barbacana.
El Tuerto, oída esta última palabra, tumba de un sopapo á sus pies á la delincuente, corre á la cama, revuelve las hojas de su jergón, saca de entre ellas una botellita blanca que contiene un pequeño resto del delatado contrabando, vuelve con ella hacia su mujer, y arrojándosela á la cabeza en el momento en que se incorporaba, la derriba de nuevo y salpica á los chiquillos con el líquido pecaminoso.
Pero ya el pobre no existe; todo ha acabado añadió con un aire algo pensativo. Pero su secreto existe aún observó Reginaldo. El lo ha legado a mi amigo. ¡Qué! estalló el tuerto, dándose vuelta hacia mí con verdadero espanto. ¿Le ha dejado a usted su secreto? Parecía completamente trastornado por las palabras de Reginaldo, y noté el brillo perverso de su mirada. Me lo ha dejado.
En seguida viró en redondo, con la calma y la solemnidad de un navío de tres puentes; se encerró en su guarida, tendióse sobre el jergón, y así le cogió la noche. También había vuelto del Muelle el tío Bolina, y encerrado estaba en casa con su mujer y sus nietezuelos, desnudos, sucios y medio atolondrados desde la despedida de su padre, el atribulado Tuerto.
Garay de Buenos Aires ha salido El río arriba, dicen, con mal pecho: Que desque uno se ve en gloría subido, A tuerto ha de subir su casa al techo. Y como en todo bien le ha sucedido, De su ventura estaba satisfecho; De guarda ò centinela no se cura, Que fué causa de triste desventura.
Así permaneció largo rato, oyendo los alaridos que de vez en cuando lanzaba la mujer del Tuerto en el buhardillón contiguo. Luego notó que le llamaban, y gruñó al conocer la voz; pero, aunque de muy mala gana, alzóse del banquillo y salió al balcón.
En cuanto á traje, tampoco se le conozco determinado, pues en verano andan en cueros vivos, ó se disputan una desgarrada camisa que á cada hora cambia de poseedor. En invierno se las arreglan, de un modo análogo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, ó con la manta de la cama. El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los niños... viven de milagro.
De este matrimonio nació el Tuerto de la buhardilla, quien al lado de su padre aprendió á tirar del remo, á aparejar sereña, á ser, en fin, un buen pescador.
E quando el labrador vió que derecho ninguno non podie aver del Infançon, tornose para el Emperador a Toledo, con letras de omes buenos de la tierra, en testimonio como non podie aver derecho ninguno de aquel Infançon del tuerto que le fazie.
Palabra del Dia
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