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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Este, sin comprender nada todavía, diole por primera providencia un gran sopapo en la cabeza, y el gorro inflamado rodó por el suelo, dejando al descubierto una calavera monda y lironda, blanca y reluciente como un melón invernizo.

Entonces la contrariada mujer, mordiéndose los labios de coraje, fijó maquinalmente su airada vista en los tres hijos que estaban á su lado, y dió un sopapo á cada uno. ¡Largo de aquí! les dijo con furor; y si queréis comer, dir á ganarlo. Después, excitada por la pelea y aturdida con el aguardiente que había bebido, se tendió en el suelo, mordiendo el polvo y mesándose las greñas.

El Tuerto, oída esta última palabra, tumba de un sopapo á sus pies á la delincuente, corre á la cama, revuelve las hojas de su jergón, saca de entre ellas una botellita blanca que contiene un pequeño resto del delatado contrabando, vuelve con ella hacia su mujer, y arrojándosela á la cabeza en el momento en que se incorporaba, la derriba de nuevo y salpica á los chiquillos con el líquido pecaminoso.

En otra ocasión, don Juan hubiera castigado con un sopapo la porteril arrogancia; pero en aquellos momentos no estaba para provocar conflictos. Dejando a su derecha el arranque de la escalera señorial, lujosamente alfombrada, atravesó el patio, empedrado como para espera de coches, y comenzó a subir la otra humilde y estrecha escalera que le indicaron.

Y en el acto se lo dio en sus secas y arrugadas mejillas. A no se me seduce con besitos, niñas repuso el viejo vacilando entre el rigor y la tolerancia . Cada una a su puesto, a leer, a coser. Asuncioncita de todos los demonios, ¿qué descaro es ese? Calle usted, so bruto dijo Asunción con muchísima sal. Si es un animal añadió Presentación dándole un sopapo con su suave manecita.

El Tuerto, oída esta última palabra, tumba de un sopapo á sus pies á la delincuente, corre á la cama, revuelve las hojas de su jergón, saca de entre ellas una botellita blanca que contiene un pequeño resto del delatado contrabando, vuelve con ella hacia su mujer, y arrojándosela á la cabeza en el momento en que se incorporaba, la derriba de nuevo y salpica á los chiquillos con el líquido pecaminoso.

Quiso intervenir Cantarranas, y como la poetisa dijese no qué tontería de las muchas que tenía en la cabeza, D. Marcos la increpó duramente; salió á defenderla con singular tesón el Duque, y recibió de pasada, y como sin querer, un furibundo sopapo. Desde entonces fué aquello un campo de Agramante, y es imposible pintar el jaleo que se armó.

Y añadió que le encontró con los pelos revueltos, muy agitado, y la regaló un cuaderno con figuras. ¡Qué desatinar de muchacha! exclamó don Pablo, si estaba así, como lo pintas, ¿cómo iba a regalarte estampitas? Un buen sopapo te debió dar, por lengua larga; retírate, si no quieres que te lo yo.

Palabra del Dia

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