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Actualizado: 17 de junio de 2025
Tanto tiempo se pasó, no obstante, sin lograr tropezar con él, que al cabo concluyó por perdonarle. Satisfizo su agravio con arrearle un par de puntapiés en el trasero, cuando después de tres meses, le halló paseando en la punta del Peón. El hijo del Perinolo dió gracias al Cielo de haber librado tan bien.
Águeda, José, Juancito y los peones comentaban, en la cocina, lo que pasaba «adentro»; bajo el ombú grande estaba el break en cuyo estribo trasero se había sentado Lorenzo que tenía la cabeza apoyada entre las manos; en las gruesas raíces del ombú estaba sentado Hipólito y junto a él, que con un palito trazaba marcas de hacienda en el suelo, Ricardo de pie le consultaba sobre la hora de llegar al pueblo.
Ha, dixo Candido, yo tambien he conocido á ese amor, á ese árbitro de los corazones, á esa alma de nuestra alma, que nunca me ha valido mas que un beso y veinte patadas en el trasero. ¿Cómo tan bella causa ha podido producir en vm. tan abominables efectos?
¿Quiere el seor alguacil que le hurguemos las patas a esa señora mula? le replicaba una moza de la ciudad. Atrás os digo, y van dos. ¡Pus quite esos dedos! Mire la Antonia, que no estamos hoy de mercado. Los buhoneros aprovechaban para vender. Señora hermosa, por un real se lleva este rosario. Darete, a lo más, un cuarto. ¿Trasero o delantero? ¡Oste con el bellaco!
El arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la hacanea como una cebra. Y no le van en zaga sus doncellas; que todas corren como el viento. Y así era la verdad, porque, en viéndose a caballo Dulcinea, todas picaron tras ella y dispararon a correr, sin volver la cabeza atrás por espacio de más de media legua.
El toro entró, corriendo tras el forro rojo de la chaqueta, atraído por este adversario digno de él, y volvió su cuarto trasero a la figura de falda negra y cuerpo violeta que, en la estupefacción del peligro, seguía con la lanza bajo el brazo. No tenga mieo, doña Zol: éste ya es mío dijo el torero, pálido aún por la emoción, pero sonriendo, seguro de su destreza.
Y el aludido Monote, un gitanillo con el trasero al aire por las roturas del pantalón y la cara llena de costras, cogió el caballo del ronzal y salió corriendo por los altibajos de arena seguido de la pobre bestia, que trotaba displicente, como fatigada de una operación tantas veces repetida.
Y el soplado personaje, que se sentía dominado por aquellos seis diablillos en cuanto se relacionara con su empresa electoral, no tenía más remedio que parar su caballo cuando se le acercaban los animales, fijarse en ellos, y comenzar a gritar como un energúmeno: ¡Oh!... ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué anchos! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre? preguntaba por remate al conductor.
El dia siguiente, despues de comer, al levantarse de la mesa, se encontraron detras de un biombo Candido y Cunegunda; esta dexó caer el pañuelo, y Candido le alzó del suelo; ella le cogió la mano sin malicia, y sin malicia Candido estampó un beso en la de la niña, pero con tal gracia, tanta viveza, y tan tierno cariño, qual no es ponderable; topáronse sus bocas, se inflamáron sus ojos, les tembláron las rodillas, y se les descarriáron las manos.... En esto estaban quando acertó á pasar por junto al biombo el señor barón de Tunder-ten-tronck, y reparando en tal causa y tal efecto, sacó á Candido fuera de la quinta á patadas en el trasero.
Cuando se enfadaba con los empleados de su casa, lo cual sucedía a menudo, y notaba que se ofendían con sus palabrotas injuriosas, solía decirles gritando como un energúmeno: ¿Sabéis, f...., cómo he llegado yo a tener dinero?... Pues recibiendo muchas patadas en el trasero. Sólo a fuerza de puntapiés se logra subir arriba. ¿Estamos?
Palabra del Dia
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