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Actualizado: 17 de junio de 2025
Todos los sucesos están encadenados en el mejor de los mundos posibles; porque si no te hubieran echado á patadas en el trasero de una magnífica quinta por amor de Cunegunda, si no te hubieran metido en la inquisicion, si no hubieras andado á pié por las soledades de la América, si no hubieras pegado una birena estocada al baron, y si no hubieras perdido todos tus carneros del buen pais del Dorado, no estarias aqui ahora comiendo azamboas en dulce, y alfónsigos.
Después que el perito y el comprador han visto que los animales se plantan bien al caminar, que no se aprietan, que no zambean del cuarto trasero, que son bien encornados y que igualan perfectamente en alzada y color, el primero les mira la boca, les palpa bien los brazuelos y las nalgas para ver si están despicados de algún remo, y les examina escupulosamente las astas por si son estoposas, las pezuñas por si blandean, y los ojos por si tienen nube ó glarimeo.
Su novio no sabía presentarse con las manos vacías, y exploraba todos los cañares y árboles de la huerta para regalar á la hilandera ruedas de pajas y ramitas, en cuyo fondo unos cuantos pilluelos, con la rosada piel cubierta de finísimo pelo y el trasero desnudo, piaban desesperadamente, abriendo un pico descomunal jamás ahito de migas.
Acometía al trapo rojo, siguiéndolo por algunos instantes, pero de pronto daba un bufido de extrañeza y volvía su cuarto trasero, huyendo en distinta dirección con violentos saltos. Su ágil movilidad para la fuga indignaba al público. Eso no es toro... ¡es una mona!
Y lo llevó al altar mayor, junto a la custodia. Gabriel y ocho hombres más se introdujeron dentro del armazón levantando un paño de los que cubrían sus costados. Habían de encorvarse dentro del artefacto. Su misión era empujarlo para que se deslizara sobre las ruedas ocultas. A ellos sólo les correspondía dar el impulso: fuera, los dos servidores de peluca blanca y traje negro eran los encargados de los timones delantero y trasero, guiando la carroza eucarística por las tortuosas calles. Gabriel fue colocado por sus compañeros en el centro.
Por fin libré mi prepucio y mi trasero por mil zequíes, y me escapé corriendo á Persia, resuelto á no oir en Turquía misa griega ni latina, y á no decir nunca Aláh, Ilah, Aláh en los ratos de los gustos de amor. Así que llegué á Ispahan, me preguntáron si era del partido del carnero negro ó del carnero blanco. Respondí que lo mismo me daba uno que otro, con tal que fuera tierno.
¡To, Parda!... ¡to! ¡to!... Espina debe de ser, porque en las patas no veo nada. Después que se la saques la lavas bien con un poco de vino y romero... Di a Teresa que te lo prepare... Nacida y criada en casa, ¿sabes tú? prosiguió volviéndose al excusador con la fisonomía enternecida. Me daba D. Jovino, tu feligrés, sesenta duros por ella... ¡Como si me diera ochenta! Esta alhaja no sale de casa. ¡Qué anchura de pechos, eh? ¡Qué cuarto trasero! (Y se lo acariciaba blandamente con la palma de la mano.) No da mucha leche, pero toda es manteca... Esta otra también nació en casa... ¡Quieta, Guinda, quieta!... Es más torpe que la otra... Una novilla todavía... No hace quince días que ha parido por primera vez...
Quieto en su terreno, cita usté ar bicho, le deja vení, y cuando lo tiene ar lao, quiebra usté y le pone los palos en el morrillo. Usté no tié que preocuparse de na: el toro lo hará too por usté. Atensión... ¿Estamos? Y apartándose el maestro se encaró con el terrible toro, o más bien, con el granuja que estaba detrás, puestas las manos en el cuarto trasero para empujarle.
Cuando á mi vecino Simon le metieron en la carcel y le dieron de palos, por no poder declarar en un robo que se cometió cerca de su casa, ¡abá! por dos reales y medio y una rosca de ajos, le sacó el escribiente. Y yo le ví á Simon que apenas podía andar y tuvo que guardar cama lo menos un mes. ¡Ay! se le pudrió el trasero, ¡abá! ¡y murió de resultas!
No teniendo ocasión de hacerlo, el párroco aliviaba su corazón administrando un par de ellas en el trasero a cualquier monaguillo que tropezaba en su camino. Y las voces argentinas del coro salían a intervalos por las ventanas de la casa, despertando en la multitud un entusiasmo sin límites, que estallaba en aplausos y en hurras.
Palabra del Dia
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