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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Adquirió la prudencia necesaria para apartarse del camino cuando un pasajero avanzaba, siguiéndolo con los ojos, aguachado entre el pasto. Y a fines de enero, de la mirada encendida, las orejas firmes sobre los ojos, y el rabo alto y provocador del fox-terrier, no quedaba sino un esqueletillo sarnoso, de orejas echadas atrás y rabo hundido y traicionero, que trotaba furtivamente por los caminos.

No sabía qué decir; su alma simple parecía recogerse humildemente, no encontrando palabras para expresar sus pensamientos. Jaime continuó su camino. Al volverse repetidas veces vio a Margalida, de pie bajo el porche, siguiéndolo con visible ansiedad.

Al pasar por delante del hogar agarró un tizón encendido, acción que repitieron los demás de la partida, siguiéndolo de cerca, codeándose, y antes de que Daniel, el asombrado propietario de la droguería, conociera la intención de sus huéspedes, la sala estaba completamente desocupada. Hacía una noche más oscura que boca de lobo.

Acometía al trapo rojo, siguiéndolo por algunos instantes, pero de pronto daba un bufido de extrañeza y volvía su cuarto trasero, huyendo en distinta dirección con violentos saltos. Su ágil movilidad para la fuga indignaba al público. Eso no es toro... ¡es una mona!

Pasó ante , siguiéndolo, el viejo sargento del tiempo de Rosas, que se sentaba en la cuarta silla de la izquierda; el señor calvo que se reunía en uno casi invisible, con que quería taparse la oreja, los pocos mechones dispersos que poseía; el caballero cordobés que promiscuaba entre esta antesala y la de los demás ministros, y cerrando la marcha de la larga fila interminable, los habituales del despacho, los amigos de confianza: un señor, que más tarde he visto de comerciante de fuste, otro medio francés, que era periodista, y que después he encontrado de librero; un periodista fogoso, que luego ha sido orador político e historiador de vuelo, y un coronel, que según la voz corriente circulada por El Cascabel, que redactaba esa pléyade de inteligencias vigorosas, que después ha tenido tanta actuación en nuestra patria "comandó con gran denuedo los lanceros de la Muerte, que se murieron de miedo".

Dedúcese también de ella que Lope no entró tan pronto en el estado eclesiástico como Navarrete indica, y, siguiéndolo yo, repetí después... Algunas dudas se me ocurrieron no se hubiese cometido algún error en la copia de la fecha; pero, después de pensarlo maduramente, he averiguado que otras circunstancias confirman su exactitud.

Palabra del Dia

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