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Actualizado: 3 de mayo de 2025


El capitán cayó en medio de aquella turba; la tripulación entera se echó sobre nosotros como perros y, gracias a que el piloto tenía la puerta de la sobrecámara abierta, pudimos refugiarnos allá y salvarnos. Quedamos dentro los vascos y el timonel. Al doctor Cornelius lo habían atrapado, y seguramente estaban dando cuenta de él en aquel momento.

El piloto nos hizo beber a los cuatro vascos y al timonel un poco de líquido. Frans Nissen, indiferente a todo, con una brújula pequeña de mano, seguía en la rueda del timón. A eso de la media noche sonaron dos golpes fortísimos en la puerta. ¿Quién va? dijo el piloto. Yo contestó Silva el portugués. ¿Qué queréis? Han matado al capitán. ¡Rendíos! No se os hará nada.

Old Sam era un desertor de la marina inglesa, hombre inteligente y práctico. Tenía unos cincuenta años. Vestía marsellés y una gorra de pelo y llevaba el pito de plata, pendiente de un cordón de seda negro, enlazado en el ojal de la chaqueta. Franz Nissen, el timonel, era el que no abandonaba nunca la rueda del timón. Era un viejo ex presidiario que no hablaba con nadie ni se mezclaba en nada.

Se marcó á lo lejos, en el redondel de sus gemelos, el extremo de un palo negro y derecho que cortaba las aguas, sonrosadas por el alba, dejando un rastro de espuma. ¡Submarino! gritó el capitán. Tòni no dijo nada, pero apartando de un zarpazo al timonel, agarró la rueda, dando al buque otra dirección. El movimiento fué oportuno.

Babor contestaba el timonel desde abajo, como un eco. Seguía el capitán un rato con las cejas fruncidas y mirando a la proa; al cabo volvía a inclinarse y decía: A la vía. Vía respondía el timonel. Entonces se extendían de nuevo los resortes que tenían contraído su rostro atezado, y volvía a dibujarse en sus labios una sonrisa cándida y afable. Da gusto oírle tocar las sevillanas; ya verá usted.

Apenas se había oído un segundo toque de silbato, cuando la tartana había aparejado y desplegado su antena, su bauprés y su trinquete y el condenado manejaba la barra del timonel.

Aparte del farol de popa no había más luz en la nave que la del timonel puesta en la forma que el curioso Salazar apunta. «La luz y la aguja de esta ciudad se encierra de noche en la bitácora, que es una caja semejante á estas en que se suelen meter y encubrir los servicios de respeto que están en recámaras de señoras

»Uno de los que lo manejaban quedó muerto en el acto; el que hacia de timonel sufrió graves quemaduras, y nuestro pobre Manolo, que tan imprudentemente se había aproximado, recibió en la cara gran parte de la carga química que debía mover el malhadado invento. »Los remeros, viéndole caer sobre las tablas del bote con el rostro ensangrentado, le trajeron inmediatamente a tierra.

¡Á nosotros! gritó Tragomer levantándose sobre el agua. En torno de los nadadores aparecían de nuevo luchando con las olas el vigilante y los remeros. En este momento unos brazos vigorosos se tendieron hacia los fugitivos y anhelantes, sofocados, casi sin vida, Cristián y Jacobo fueron izados á la lancha salvadora. ¡Te kere! dijo el timonel. Los marineros se echaron al fondo de la lancha.

Las palas del vaporcito, pesadamente batían las aguas del Pasig, evitando el timonel con una lenta marcha, el choque con alguna de las muchas pequeñas embarcaciones que afluyen en aquellas horas á las cercanías del puente colgante, cargadas unas de cocos, verduras, leña, piedras, ladrillos y tejas, y conduciendo otras gran número de alegres cigarreras que tienen su trabajo en la fábrica de Arroceros, y su domicilio en alguna de las poéticas casitas que bordan las orillas del río, y forman parte de los pueblos que hemos de ver desde las bandas del vapor.

Palabra del Dia

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