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Actualizado: 13 de junio de 2025
Inmediatamente después empezaba a distribuirse toda aquella tropa mujeril, como soldados que se incorporan a sus respectivos regimientos. Estas bajaban a la cocina, aquellas subían a la escuela y salón de costura, y otras, quitándose las tocas y poniéndose la falda de mecánica, se dedicaban a la limpieza de la casa.
Se discutió si el Ayuntamiento disputaba o no con suficiente energía al Obispo la administración del cementerio. En tanto subían y bajaban amigas y amigos, curas y legos que iban a ver al enfermo o a su hija. Don Pompeyo había hecho llevar a Celestina a su cuarto y allí recibía la beata a sus correligionarias y a los sacerdotes que venían a consolarla.
Batiste le miraba con asombro y al mismo tiempo sentía un vago deseo de irse. Comenzaba á caer la tarde; en la plazoleta subían de tono las voces; se iniciaba el escándalo de todas las noches de domingo. Además, Pimentó le miraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños de borracho firme.
Mil lozanos y frondosos árboles subían hasta la cima del cerro que en el centro de la isla se alzaba, como ramillete en forma de piña, en cuya punta, destacándose sobre el limpio fondo del aire, resplandecía un blanco santuario de la Virgen, dorado ya por los casi horizontales rayos del sol naciente.
Una mañana, cuando Maximiliano estaba aún en la cama no bien dormido ni despierto, sintió ruido en la escalera y en los pasillos. Oyó primero patadas y gritos de mozos que subían baúles, después la voz de su hermano Juan Pablo; y lo mismo fue oírla, que sentir renovado en su alma aquel pícaro miedo que parecía vencido. No tenía malditas ganas de levantarse.
Dirigióse al arbol de balití que se levantaba en el centro, enorme, misterioso, venerable, formado de raices que subían y bajaban como otros tantos troncos entrelazados confusamente. Detúvose ante un monton de piedras, se descubrió y pareció orar. Allí estaba sepultada su madre, y su primera visita cada vez que iba al pueblo era para aquella tumba ignorada, desconocida.
Estábamos al lado de la caída, en su seno mismo, envueltos en los leves vapores que subían del abismo, frente a frente al río tumultuoso que rugía. La apertura de la cascada, formando la cuerda que uniría los dos extremos de la inmensa herradura o semicírculo de que antes hablé, tienen una extensión de 20 metros.
Aun me parece ver todos los sitios por donde pasamos: el conejar cuajado de brezos, lleno de madrigueras junto a los árboles amarillentos, con esa gran cortina de robledales donde creía ver escondida la muerte por doquiera, y la verde sendita por donde mi madre la Perdiz había paseado tantas veces su pollada bajo el sol de mayo, donde picoteábamos, saltando, las hormigas rojas que subían por nuestras patas, donde encontrábamos faisanitos cebados, gordos como pollastres, y que se negaban a jugar con nosotros.
25 Entonces respondió José al Faraón: El sueño del Faraón es uno mismo: Dios ha mostrado al Faraón lo que él hace. 26 Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo. 27 También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del solano, siete años serán de hambre.
¡Vamos, Catalina! gritó Juan Claudio ; es demasiado; ¿para que detenerse a contemplar semejante espectáculo? Tiene usted razón respondió la labradora ; marchemos. Sería capaz de bajar yo sola para vengarme. Mientras más subían, más frío y fuerte era el viento. Luisa, la hija de los heimatshlos, con una cestilla de provisiones al brazo, iba delante de todos.
Palabra del Dia
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