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Acércanse también los pastores para adorar al Niño Divino, le ofrecen presentes, y la Profecía convoca al linaje humano para manifestarle el cumplimiento de sus predicciones. ¿Qué hay, Satán? ¿Rásgase el cielo? ¿Llueven las nubes aquel Rocío que espera el mundo, O el león viste la piel De cordero? En la cestilla ¿Baja el eterno Moisés Por el caudaloso río Que mar de las gracias es?

La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo.

Con los mismos papeles que encerraban la auténtica y la cláusula testamentaria, cogió la reliquia de fray Alonso, y sin tocarla, con un gesto que lo mismo expresaba la repugnancia que el miedo, el asco que el respeto, arrojólo todo en una preciosa cestilla destinada a recibir papeles para la basura.

El pelo negro separábase en dos crenchas sobre la frente y se perdía bajo un pañuelo blanco anudado en el mentón, volviendo a surgir atrás en forma de trenza larga y enorme, con adorno de cintas multicolores que tocaban el borde de la falda. La muchacha, con una cestilla al brazo, permanecía inmóvil en el borde de la acera, admirando las altas casas y las terrazas de los cafés.

Hizo llamar a Medrano y refiriole su extraña situación, el menosprecio de Beatriz, la frialdad de don Alonso y lo que acababa de decirle su paje. El escudero palideció de pronto y, mesándose la barba, repuso: Amor de niña, agua en cestilla luego alzando la frente: ¿No será alguna treta de Franco, el campanero?

No me contestó; llevóse las manos al pecho, y fijó la mirada en una cestilla que tenía delante. Angelina... supliqué. ¡Silencio! ¡Silencio horrible! La emoción la ahogaba. Oía yo los latidos de su corazón. Angelina, una palabra.... ¡Una palabra, por piedad!

Entrase CIPION y los suyos, y luego tocase al arma en la ciudad, y al rumor sale MORANDRO herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algun poco de vizcocho ensangrentado, y dice: MORANDRO. No vienes, Leoncio, di? Qué es esto, mi dulce amigo? Si no vienes conmigo, Cómo vengo yo sin ? Amigo, qué? te has quedado? Amigo, qué? te quedaste?

No le siguieron los otros, pero antes de alejarse gran espacio oyó las voces de socorro que daba la vieja, detenida en medio del camino por ambos bribones, que la despojaban apresuradamente de las monedas que él le había dado, de su mantón de lana y de la cestilla que en la mano llevaba.

No queriendo don Juan que su amada viajase en compañía de los demás cómicos ni en coche de segunda, como correspondía a su categoría artística, le proporcionó para y la doncella un reservado y fue a despedirla a la estación, donde cubrió el asiento que debía ocupar con un precioso ramillete de flores y una cestilla llena de exquisitas provisiones de boca.

¡Vamos, Catalina! gritó Juan Claudio ; es demasiado; ¿para que detenerse a contemplar semejante espectáculo? Tiene usted razón respondió la labradora ; marchemos. Sería capaz de bajar yo sola para vengarme. Mientras más subían, más frío y fuerte era el viento. Luisa, la hija de los heimatshlos, con una cestilla de provisiones al brazo, iba delante de todos.