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Actualizado: 20 de mayo de 2025
No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo demás, que disponga doña Manuela.
Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que estallaba un trueno en la caja de la escalera.
Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado, haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la atención.
Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o escamotear azúcar, como hacían otros.
En la casa de la calle de Botoneras penetró al fin la escasez, con su cortejo de tristezas, como antes había penetrado en la pobre imprenta de los barrios bajos; pero si Millán sabía un oficio, Pepe carecía de conocimiento alguno que pudiera serle útil contra el infortunio. Entonces se pensó en buscar para él una colocación o destino.
La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo.
En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas, hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las piernas, don José, que a cada minuto preguntaba: ¿No vienen? ¿No les veis? Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor.
Los Samaniegos, oriundos, como los Morenos, del país de Mena también son ciento y la madre. Sin rótulo hay un Samaniego prestamista y medio curial, otro cobrador del Banco, otro que tiene tienda de sedas en la calle de Botoneras y, por fin, varios que son horteras en diferentes tiendas. El Samaniego agente de Bolsa es primo de estos.
De obstinarse en seguir viviendo en la calle de Botoneras, ¿con qué recursos? Y para buscar otra habitación, ¿de qué medios dispondrían?
Yo te prometo que saldremos de dudas. ¿Qué vas a hacer? Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al agua! En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la intervención ofrecida.
Palabra del Dia
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