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Discutió, como si fuese un notario, todas las condiciones del matrimonio, y cuando estuvieron de acuerdo sobre todos los puntos, se levantó de su silla y dijo con una voz metálica: Señor duque, señora duquesa, tengo el honor de pedirles la mano de la señorita Germana de La Tour de Embleuse, su hija, para el conde Diego Gómez de la Villanera, mi hijo.

Ella también deseaba la nueva vida: estar siempre junto a Isidro, no volver a aquel barrio de traperos, que le parecía ahora más sucio, más triste. Maltrana discutió con Feli largamente los detalles de su instalación. Hay que ser prácticos decía ; hay que ser burgueses... Y Feli contestaba, con no menos seriedad: Ya verás hacer economías y vivir bien.

El señor Magistral dijo Mesía, hablando por primera vez al corro no es un místico que digamos, pero no creo que sea solicitante. ¿Qué significa eso? preguntó Joaquinito Orgaz. Se lo explicó Foja. Se discutió si el Magistral lo era. Dijeron que no Ronzal, Orgaz padre, el Marquesito, Mesía y otros cuatro; que Foja, Joaquinito y otros dos.

Por eso, cuando entraste me apresuré á cerrar la puerta diciendo como advertencia tu nombre y como amenaza ¡cuidado! Tragomer no discutió aquel relato un poco largo. Tenía prisa por esclarecer los hechos en su conjunto. Entonces eras el que venía con ella en coche después de la representación? Naturalmente.

Se discutió la probabilidad de que fuese el mismo coche y el mismo asiento el que poco después ocupaba ella cuando salió para Granada con su esposo....

Después de esto no le habló más que de sus recuadros, cuya grandiosa composición admiraba, arriesgando algunas ligeras críticas de detalle, que el artista admitió algunas veces, discutió otras con su bondad y modestia usuales; una media hora transcurrió en esta conversación, en la cual la mujer del pintor apenas tomó parte, continuando con taciturno aire, inclinada su cabeza de diosa, la labor de tapicería que la ocupaba, tal cual fugaz palabra de vez en cuando dicha, tal cual veloz mirada rebosando de sombras lanzada sobre el rostro del hombre que se iba.

Anda, anda; , corre y tráeme a D. Basilio. Bonis no discutió. Peor era meneallo; podían salir los polvos de arroz por cualquier lado. Se volvió a su cuarto; se lavó y vistió de prisa y se echó a la calle, ya un poco más valiente, gracias al chorro de agua fría con que se había regado el cogote.

Al principio creyó que se trataba de una resolución desesperada nacida del insomnio, que no resistiría a la acción de prudentes consideraciones; pero; cuando se convenció de que mi determinación databa de más lejos, que era el resultado de reflexiones sin réplica y que la llevaría a cabo más tarde o más temprano, ya no discutió ni la opinión que de mismo tenía yo formada, ni el juicio que había formado respecto de mi época y me dijo sencillamente: Pienso y razono sobre poco más o menos como usted.

Pues pensando en su sobrina, vino a sentar ciertas bases que discutió consigo misma, dándolas al fin por indestructibles, a saber: que aquello no tenía remedio, que la deshonra era inevitable, si bien no recaía sobre doña Lupe, pues a todo el mundo constaba que ella no alentó ni favoreció jamás los desvaríos de Fortunata. Esto lo sabían hasta los perros de la calle.

Desde entonces educó a la niña sin esperanzas de salvarla; como si cultivara una flor podrida ya por la mordedura de un gusano. No esperaba nada, pero cumplía su deber. Se discutió el caso fisiológicamente. Se formaron partidos; unos decían que bien podía ser, y se citaban multitud de ejemplos de precocidad semejante.