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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
No, señora, no voy a hacerle una declaración repuso el joven entomólogo sonriendo . Voy a explicarle a usted mi persecución. Comprendo bien que usted se haya equivocado respecto a los sentimientos que me inspira, y encuentro natural que le hayan ofendido. ¡Qué lejos estará usted de sospechar la verdad! Yo no estoy enamorado de usted.
Señor cura, volví a decir entusiasmado, ¡Vd. es un demócrata verdadero! El cura me miró sonriendo a la luz de la primera fogata que los alegres vecinos habían encendido a la entrada del pueblo y que atizaban a la sazón tres chicuelos. Demócrata o discípulo de Jesús, ¿no es acaso la misma cosa?... me contestó.
Y metiéndose la uña del pulgar entre los dientes, tiraba con fuerza, produciendo un chasquido. De seguro que ella es la que te envía aquí. No, tío; puede usted creerme. Vengo por mi propia voluntad. Pues entonces dijo sonriendo el ladino viejo es que ella te ha pedido a ti el dinero, y vienes a ver si lo saco yo. Enrojecióse el rostro de Juanito al ver que su tío adivinaba en parte la verdad.
Le miraba fijamente, con los ojos turbios de lágrimas, sonriendo al mismo tiempo para expresar su gratitud. ¡Qué bueno eres! exclamó después de un largo silencio . El día que estuve por primera vez en Villa-Sirena me convencí de mi gran error. ¡Qué mal nos conocíamos! Ha sido necesaria la desgracia para vernos tales como somos.
Pues nada más fácil, querido doctor observó sonriendo Esteven, ponga en la misma mesa a Jacintito, y le dará conversación al sordo-mudo, y así no se aburrirá. El país no se ha de hundir por eso. Le pondremos, amigo; muerto por mil, muerto por mil quinientos. Que venga su hijo, y si no quiere venir, que no venga; yo daré orden al Habilitado que le entreguen trescientos pesos todos los meses.
¡Bien puede ser! le contestó sonriendo afablemente al dirigirse, como lo hizo, hacia las piezas interiores contemplado desde la puerta del escritorio por Ramona que al salir al corredor tiró a un cantero del jardín el gajo de cedrón estrujado que tenía en la mano.
No fue, no, avinagrado el gesto de Granate al chuparlo. ¡Ya lo creo que me lo fumaré! exclamó sonriendo beatamente. Me salen a doscientos pesos el millar... Pero ahora, después de chuparlo usted, vale un millón... Vamos, no empieces a decir brutalidades. Llévame a casa... Esta luz me marea. Llegaron hasta la corrada cogidos del brazo. Allí un pollastre les dijo desde lejos: ¿Dónde van ustedes?
Con poca luz, ¿verdad? dijo sonriendo maliciosamente. Así está mejor. La media luz en un patio de éstos hace muy bien; le da un carácter misterioso y poético. Pues mire usted, nosotras no hemos querido hacerlo más poético, sino gastar menos, ¿sabe usted? repuso con desenfado, mirándome a los ojos con tal expresión burlona que me inquietaba.
Pero no osaba acercarse al portugués en público, y espiaba la ocasión de una entrevista; un día y otro día entraba en la Bolsa, y antes que la pizarra, sus ojos buscaban el levitón café, le seguía, le rozaba con la manga al pasar, pero sin detenerse; don Bernardino saludaba sonriendo y el señor de Melo Portas mostraba sus dientes de jabalí, lo que más parecía amenaza de mordisco, que expresión de cortesía.
Y por eso la reina le contesta a don Gutierre, no muerta de risa como él, pero sí sonriendo benévolamente: Todo es menester, comendador. Y además de esto, para que cunda el ejemplo, manda que sus damas principales acompañen a doña Teresa en las visitas que todos los viernes y durante la cuaresma hace a los hospitales. ¿Quién podrá decir, aparte de esto, lo que ella hizo en la guerra de Granada?
Palabra del Dia
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