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Actualizado: 4 de julio de 2025
Y doña Clara pronunció la palabra «cocinero mayor» de una manera singular, en que había mucho de repugnancia propia. Pero se parece al gran duque de Osuna insistió sonriendo la reina , sobre todo cuando se entusiasma. Pues peor, señora, peor. ¡Oh! ¡Peor! Sí, por cierto.
Adiós, hasta mañana. Mamá me estará aguardando. El Comendador puso la cara más afligida del mundo, viendo que tan secamente respondía la muchacha, ó mejor dicho, no respondía á su repentina y vehemente declaración. Ella se apiadó entonces, sin duda, y añadió sonriendo: Hable V. mañana con mamá... ¿Y qué?... interrumpió D. Fadrique. Y pida V. la licencia á Roma.
Pero ¿qué tiene que ver Estévanez con ese artículo de El Universal? preguntó con asombro Reynoso. Pero, ¿no sabes, inocente profirió Tristán sonriendo sarcásticamente , que Leporello está casado con una parienta de Estévanez y que no ve más que por sus ojos ni piensa más que por su cerebro?
Eso parece me respondió en tono resuelto no exento de impertinencia. Un poco picado por él, le dije sonriendo: Por cierto que ha sido bien a mi pesar. No tenía ninguna gana de compañía. ¡Pues qué había usted de hacer! ¿Quién tiene gana de que le introduzcan una cuña?
» Una muy grande repliqué sonriendo a pesar mío. » ¿No te quejabas estos días atrás de que en nuestro viaje sería molesta para nosotros la presencia de mi padre? Al decir eso bien tendrías el propósito de que viajásemos solos los dos día y noche... » Sí; pero contaba con que estuviéramos ya casados para entonces.
Cuando de nuevo vinieron á rogarle que empuñase el cetro respondió sonriendo: «No hablemos de eso. ¡Si hubieras visto las lechugas que produjo mi huerto este año!»... Mas yo no soy de tu temperamento.
Sus labios apenas se veían de puro chicos, y siempre estaban sonriendo; pero aquella sonrisa era semejante a la imperceptible de algunos muertos cuando han dejado de vivir pensando en el cielo.
La voz del rey, al decir esto, temblaba de un modo particular. A pesar de mi protección, señor dijo sonriendo la reina , se han puesto grandes tentaciones delante de doña Clara, y á no ser ella tan honrada, tales han sido algunas, que todo mi poder no habría podido salvarla...
¿Cómo te llamas? dijo Lady Clara fríamente, quitando de sus vestidos las pequeñas y no muy limpias manos de la niña. Tarolina. ¿Tarolina? Cí... Tarolina. ¿Carolina? Cí... Tarolina. ¿De quién eres? preguntó aún más fríamente para ahogar un incipiente temor. ¡Caramba! soy tu niña dijo la criatura sonriendo.
La enferma, sonriendo débilmente, tendía sus flacos brazos para coger el jarro, y bebía y bebía, con lo esperanza de que el agua deshiciese la bola ardorosa y sofocante que dificultaba su respiración, transmitiendo a todo su cuerpo el fuego de la fiebre.
Palabra del Dia
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