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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Quedose algunos minutos clavado en el suelo lleno de estupor, y por último, haciendo un esfuerzo, se dirigió con paso vacilante a un departamento solitario y se dejó caer en un diván; metió la cabeza entre las manos y sollozó largo rato, sin que nadie viniese a acompañarle: solo el conserje, al dar una vuelta de inspección por la sala, hallándole de aquella suerte, le preguntó con solicitud: ¿Qué es eso, D. Miguel? ¿llora V.?
Poco después su cuerpo delicado se estremeció, contrajéronse los rasgos de su fisonomía dulce y apacible, y sacudió su pecho un sollozo. Se llevó las manos al rostro y lloró con desconsuelo. ¡Nada, nada!... ¡Nunca sabremos nada! Su ama D.ª Josefa quedó estupefacta al penetrar en la estancia y encontrarle de aquel modo.
Reuní todo mi valor, y con la cara oculta en su cuello, le dije en un sollozo: Marta, quiero ayudarte. Siguió un largo silencio, y cuando alcé los ojos, vi vagar por sus labios una sonrisa indeciblemente amarga y triste. Entonces me tomó la cabeza entre sus manos, me besó en la frente y me dijo: Ven, voy a acostarte, querida. Yo nada tengo, pero tú, me parece que tienes fiebre.
Se apagó tremulante la voz del solariego; Salvador, inmutado por la gravedad de aquella revelación que tal vez esperaba, se atrevió a decir, después de meditar: Si usted la reconoce.... Otra vez se alzó, como en sollozo contenido, la voz temblorosa.
El pobre Godofredo se sintió tan abatido que, mientras miraba con espanto a su amigo, algunas lágrimas brotaron a sus ojos y resbalaron por sus tersas mejillas. Nadie lo advirtió, embebidos como estaban en la disputa. Mas cuando Moreno, en un rapto de feroz incredulidad, gritó que para él nuestro Redentor no era más que un judío exaltado, dejose oír un sollozo. Todos volvieron la cabeza.
Su vida es un desencanto eterno, y si las mujeres pudiesen ver lo que pasa en el corazón de un hijo desgraciado, en el momento que llega a saber... a sospechar de su madre... El señor de Lerne se detuvo oprimido por un sollozo. Hizo el movimiento desesperado de un hombre que no puede contener sus impresiones, volvió la cabeza y cubrió sus ojos con sus manos.
Diógenes lanzó tal sollozo, que pareció romperse su pecho, como si le estallara el corazón dentro; crujió la cama a los violentos impulsos de su cuerpo, y agitando los brazos en alto, balbuceaba con la lengua cada vez más torpe: ¡Quiero!... ¡Quiero!... ¡Quiero confesar!... ¡María..., María!... ¿Oyes lo que dice la niña?... ¡Quiero confesar!... ¿Pero con quién..., con quién?... ¿Quién me confiesa a mí, Dios mío?... ¿Dónde hay espuerta tan sucia que reciba mis pecados?... ¡Soy un infame, un perverso!... ¡Me pesa, Dios mío, me pesa!...
El joven no pudo reprimir un sollozo. Entonces Magdalena le miró con sorpresa. Amaury dijo el doctor vuelve al salón y encárgate de despedir a los invitados. Entre Antoñita y las doncellas desnudarán y acostarán a Magdalena: yo te tendré al corriente de su estado. Si no quieres alejarte de ella haré que te preparen una cama en tu antigua habitación.
Los labios de Eppie se pusieron a temblar un poco al decir las últimas palabras. Se retiró otra vez tras de la silla de su padre, le pasó el brazo alrededor del cuello, mientras que Silas, reprimiendo un sollozo, tendía la mano para oprimir la de su hija.
Le vi apretar las cejas y palidecer; era, sin duda, que leía lo de ganso. Luego se le aflojaron las cejas, le comenzó a temblar una mejilla, le asomaron lágrimas a los ojos, dejó caer la carta, sin acabar de leerla, se cruzó de brazos, estuvo silencioso largo rato, mirando al muerto, sollozó: «Para ti, alma generosa, no es noble ni decorosa la terrena inhumación.
Palabra del Dia
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