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Actualizado: 9 de junio de 2025
Cuando más embebidos se hallaban en la discusión, del hueco de otra puerta cercana salió una sombra estrecha, elevada, y se aproximó a ellos rápidamente. Buenas noches, padre, buenas noches.
Reconstruidos los muros en tiempo de D. Pedro el IV de Aragón, cúpole a la puerta de Zaragoza, vulgo del Tozal, entre E. y N. un torreón a cada costado, que hoy están embebidos en los edificios, y con respecto a los murales ordenó aquel monarca lo siguiente: Item que sian fetas duas torres veques tró en egual del andador del múr, en la entrada de la porta de Zaragoza, que hajan de front cinh soldes, e isquen del mur a fora cuatro soldes, e vian ben valletjadas, ab ponts llevadizos, e entre las duas torres sia lo pasaetje de la porta, e que se continuen a lo mur, e sian envestidas en las altras duas torres vellas que y sontjá, pertal com las torres aquellas son flacas, e no ixen fora lo mur 11 de abril de 1847.
Cambiáronse los gritos de los que miraban, cuyas voces sirvieron de aliento a sus bogadores, que, embebidos en el gusto de verse mejorados, les parecía que, si los que quedaban atrás entonces les llevaran la misma ventaja, no dudaran de alcanzarlos ni de ganar el premio, como lo ganaron, más por ventura que por ligereza. En fin: la Buena Fortuna fué la que la tuvo buena entonces.
Natural es que le sucediese lo que suelen experimentar todos los que tienen por costumbre penetrar el fondo de las cosas, que aun cuando han dejado la meditacion en que estaban embebidos, se les ocurre con frecuencia el punto en cuestion, como si viniese á llamar a la puerta, preguntando si le toca otra vez el turno.
Embebidos en una deliciosa armonía de muchos instrumentos, podremos saborearnos en la percepcion de los sonidos hasta olvidarnos de la extension de los instrumentos, del aire, y de nuestros órganos: pero al contemplar un cuadro, aun en medio del entusiasmo mas ardiente, no puede desaparecer la extension.
La guirnalda de flores con que debe adornarse la frente, lleva por debajo una corona de espinas; sus guantes de olor están embebidos en un cáustico que desuella las manos. Por fin, acosada de amenazas y violencias, declara su voto irrevocable de virginidad y su secreto desposorio con Jesucristo.
El pobre Godofredo se sintió tan abatido que, mientras miraba con espanto a su amigo, algunas lágrimas brotaron a sus ojos y resbalaron por sus tersas mejillas. Nadie lo advirtió, embebidos como estaban en la disputa. Mas cuando Moreno, en un rapto de feroz incredulidad, gritó que para él nuestro Redentor no era más que un judío exaltado, dejose oír un sollozo. Todos volvieron la cabeza.
Palabra del Dia
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