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Actualizado: 4 de mayo de 2025
La guerra se va a acabar en seguida. Que no te pase algo al final. Me he comprometido. Tengo que ir. ¡Oh, Martín! sollozó Catalina . Tú eres todo para mí; yo no tengo padre, ni madre, ni tengo hermano, porque el cariño que pudiese tenerle a él lo he puesto en ti y en tu hijo. No vayas a dejarme viuda, Martín. No tengas cuidado. Estáte tranquila. Mi vida está asegurada, pero tengo que ir.
Delante de la puerta de la habitación de Olga, la señora Hellinger tuvo un ataque de desesperación. Toque usted, doctor dijo con un sollozo. Yo no puedo. El anciano tocó. Nadie contestó. Tocó una vez más y puso el oído en el agujero de la cerradura. Siempre el mismo silencio.
La menudita se llevaba el pañuelo a los ojos y apretaba los labios para reprimir un sollozo. El tren avanza. Se abre a la vista una espaciosa llanura; se yerguen acá y allá grupos de álamos; las notas blancas de las casas resaltan en la verdura; un bosquecillo de granados se espejea en las claras aguas de un arroyo; revuelan grandes mariposas oscuras. Han pasado dos o tres estaciones.
El sol derramando torrentes de luz sobre la arena; las olas azules y blancas ciñendo una peña donde los jóvenes estuvieron sentados largo rato; el sollozo que rompió el silencio del túnel; después, una niña que cae al agua y un joven que se arroja por ella y la salva. «Gracias, señor marqués... ¡No se estaba tan mal allá abajo!...» También vio, también comprendió.
Entonces, le dije al fin levantándome creo que lo más discreto es que no vuelva más a verla. Creo lo mismo me respondió. Pero no me moví. ¿Nunca más? añadí. No, nunca... como usted quiera rompió en un sollozo, mientras dos lágrimas vencidas rodaban por sus mejillas. Al acercarme se llevó las manos a la cara, y apenas sintió mi contacto se estremeció violentamente y rompió en sollozos.
Las lágrimas, que en amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía quejido de alma moribunda.
Hallábase la familia vagando por la casa y por el portal, sin hablar una palabra y tropezando unos con otros, asomándose a los esquinales, mirando por aquí y escuchando hacia allá, y volviéndose adentro y tornando a salir. Tenía los ojos Tanasia como puños, de tanto llorar; y en cuanto me vio a mí se llevó el delantal a ellos; y tal fue su desconsuelo, que parecía echar el alma en cada sollozo.
A veces levantaba su pecho el temblor de un sollozo, y lágrimas abundantes corrían por sus mejillas; besaba entonces los pies del Cristo, entornaba los párpados y parecía rezar... La marquesa habíase sentado a los pies de la cama, en el gran butacón, y rezaba el rosario. Sonaron los cascabeles de un coche, y la dama hizo un movimiento para levantarse. Diógenes abrió los ojos muy azorado.
Se sorprendió al oir un quejido, un sollozo... Luego se dió cuenta de que era él mismo el que acompañaba sus reflexiones con un hipo de dolor. La esposa estaba á sus pies.
Y en medio de ese profundo silencio que ata las lenguas y humedece los ojos, cuando lo sublime embarga el corazón y levanta el pecho con el temblor de un sollozo, volvióse Benhacel lentamente al viejo duque y añadió, mostrándolo: Aquel guardia marina niño era mi abuelo; el héroe era su padre.
Palabra del Dia
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