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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Aquel tono indiferente no podía engañar á nadie. Hablaba con el corazón desgarrado. Sus palabras expiraban á menudo en la garganta, como el eco de un sollozo reprimido. Las que llegaban á los labios venían envueltas en lágrimas. Mientras las pronunció no apartó los ojos del nebuloso horizonte, que el sol teñía de grana.

Aquella mujer lloraba silenciosamente; de tiempo en tiempo un sollozo desesperado hacía desgarrador su llanto. En la alcoba, sobre un reclinatorio delante de una virgen de los Dolores, había una lamparilla encendida. Fuera de la alcoba, junto á la puerta, estaban sentadas dos dueñas silenciosas é inmóviles. Pasó algún tiempo así.

Á estas palabras que le tocaban en lo más profundo de su ser, Marenval palideció, las lágrimas brotaron de sus ojos y sin poder hablar, permaneció temblando de emoción ante sus amigos. Por último movió la cabeza, dió un suspiro que pareció un sollozo y contestó, arrojándose en los brazos de su pariente: Adiós Vesín. Usted sabe á qué atenerse.

Los ojos de Carolina comenzaron a parpadear bajo este vivo examen. Con gran esfuerzo reprimió su llanto, contuvo un sollozo y dijo: Papá... papá me trajo de casa miss Simmons... de Sacramento, la semana última. ¡Cómo! Acabas de decir hace tres días replicó aquélla con severidad. Quise decir un mes dijo entonces Carolina, completamente perdida en su confusión e ignorancia.

Sobre sus ojos ves brillar la sorpresa y el terror; pero ella advierte que tus manos tiemblan oprimiendo las suyas, que también te altera la emoción del terror, que tus ojos se llenan de lágrimas. Nada conmueve el dulce silencio de la casa. Has querido hablar y un sollozo te ha cortado la palabra.

Quisiera deciros toda la gratitud que hay en mi corazón, pero me faltan las palabras. Perdonadme... Gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Jacobo las enjugó con la mano, ahogó un sollozo y haciendo un gesto de enfado se dirigió hacia la popa del navío. Allí se sentó en un rollo de cuerdas y dejando caer la cabeza entre las manos tomó una actitud de profunda meditación.

Y usted la respondí con ganas de meterle la cabeza en el rescoldo , tan alegre como unas pascuas por eso mismo. Pero ¿qué casta de criatura es usted? ¡Señor replicó ahogándose de repente con un sollozo , lo único que es que soy una mujer muy desdichá! Salió llorando, y yo me quedé con remordimientos de haber despertado en ella aquel dolor con la sequedad de mi pregunta.

¡Padre del alma! ¡Madre mía! sollozó, ocultando el rostro en las almohadas, que empapó en llanto.

Soledad recibió sin pestañear la rociada de injurias que le escupió á la cara. Cuando hizo una pausa se volvió sin responder palabra y salió de la estancia. Al trasponer la puerta dejó escapar un sollozo ahogado. Velázquez siguió todavía largo rato vomitando cólera. Mil frases desdeñosas, infamantes, salieron de su boca después de quedarse solo. Al cabo se calló.

Su faz se enrojeció fuertemente, sus labios temblaron, tapose la cara con las manos y gritó con un sollozo: ¿Quién ha sido; quién? ¿Quién ha puesto así a mi nieto?... Alguno de esos infames que me persiguen... ¡La cabeza me arde!... ¡Quitadlo, quitadlo de aquí! Que yo no lo vea... ¡No, no! ¡no he sido yo!

Palabra del Dia

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