United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Para distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que tenía mi mujer, él había estado más parlanchín y chistoso que de costumbre. »Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que Beatriz se durmiera. Durante algún tiempo hubo en cierta energía de que ahora me estremezco. Pensé en matar a Beatriz a puñaladas mientras dormía.

30 Y los primogénitos de los pobres serán apacentados, y los menesterosos se acostarán seguramente; y haré morir de hambre tu raíz, y tus reliquias matará. 32 ¿Y qué se responderá a los mensajeros de los gentiles? Que el SE

El joven no pudo reprimir un sollozo. Entonces Magdalena le miró con sorpresa. Amaury dijo el doctor vuelve al salón y encárgate de despedir a los invitados. Entre Antoñita y las doncellas desnudarán y acostarán a Magdalena: yo te tendré al corriente de su estado. Si no quieres alejarte de ella haré que te preparen una cama en tu antigua habitación.

Esta acostó a Juanito Jacobo, que no había querido separarse de ella y dormía junto a su cuarto; mandó a los criados que se acostaran también, y sola en su alcoba estuvo rezando hasta muy avanzada la noche. Durmiose al fin en su lecho, y en sueños creyó sentir desusado estrépito en la calle y en la casa. Era una pesadilla.

Después... ¿qué se yo?... el cuarto de mi tío; la cama, desnuda ya de lujos, en el centro, y sobre ella el cadáver afilado y amarillo, amortajado con hábito franciscano, porque desde el tiempo de la exclaustración nunca faltó acopio de ellos en la casona para trances como aquél; alrededor de la cama, blandones ardiendo; hacia la cabecera, don Sabas, o Mari Pepa, o Facia, o cualquier tablanqués de los de la cocina... o yo, de rodillas y rezando; Chisco y Pito Salces al cuidado de las luces; Neluco rociando suelos, muebles y ropas y felpudos con un líquido desinfectante, y por la ventana entreabierta colándose un aire frío y sutil, y también el zumbido lejano del vendaval y más de un copo de nieve... Lita y su madre en mi gabinete, arrebujadas en chales y toquillas, con los pies sobre la caja del brasero... Mari Pepa acercándose de puntillas y asomándose a la alcoba de su padre cuando cesaban sus ronquidos estentóreos; mi tema, ya maquinal, de aconsejar a las señoras y al Cura que se acostaran, y durmieran y descansaran; la resistencia de todos a complacerme, aunque la pobre Lituca se estremeciera de frío en ocasiones y no pudiera levantar los párpados enrojecidos... Que cenaran... Ya habían tomado ellas un tente en pie; y en cuanto a don Sabas, ¿cómo había de pensar en ello siendo ya más de la media noche y teniendo que celebrar a la madrugada?... En la cocina, la lumbre agonizante; Tona cabeceando cerca de ella; su madre gimiendo por lo bajo en el rincón más obscuro; hombres con la cabeza sobre las manos y las manos sobre la perezosa, durmiendo tranquilamente; otros a punto de dormirse, sentados en los bancos del fogón, fumando la pipa y con los ojos mortecinos clavados en los tizones: todo este cuadro a menos de media luz y sin otros ruidos que el sollozar de Facia... Algún bulto que otro errando a oscuras por los pasadizos, y un olor por toda la casa a pabilo de cera, a laurel pisoteado y a romero y a tabaco de lo peor... Un ratito de plática con el Cura y con Neluco en mi cuarto delante de Mari Pepa, que acababa de llegar de la alcoba de su padre, y de Lita, que dormía con la primorosa cabeza caída sobre el pecho, después de negarse a descansar en mi misma cama, que tan a la mano tenía, quién sabe por qué linaje de escrúpulos; de plática, digo, sobre el día o los días y el ceremonial de las honras fúnebres y cuanto con estos particulares se relacionaba... Pepazos y otro mozallón, entrando en la estancia mortuoria a relevar a Chisco y a Pito Salces; el Tarumbo rezando a un lado y el Topero a otro, de la cabecera; el frío arreciando allí, y la llama de los cirios bamboleándose sin cesar en sus mechas con el aire glacial que seguía filtrándose por la ventana entreabierta... Largos ratos de silencio y de quietud en toda la casa; otros de lánguida conversación en mi gabinete sobre temas de familia: el difunto, los ausentes... y vuelta con don Sabas al cuarto mortuorio, o vuelta con Neluco a la cocina, en donde, en una de ellas, encontramos a Tona escanciando a Pito Salces un traguete de lo autorizado por «la casa» para tales usos en lance tan excepcional, y vuelta a mi gabinete; y, al fin y al postre, Lita tendida sobre mi cama y cubierta, de rodillas abajo, con mi propia manta, y durmiendo con el ritmo dulce y sosegado con que dormiría un ángel, si los ángeles sintieran esa necesidad de los seres de carne y hueso.