United States or Djibouti ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Y era, si no es indiscreción?... Liette Raynal. Raúl se mordió los labios. En el estado de ánimo en que se encontraba, aquel nombre sonaba de un modo particularmente desagradable a su oído. Pero no por eso perdió la ocasión de preguntar con maña: ¿La institutriz de mi pobre Blanca? , era una persona de mérito añadió con indiferencia. ¿Qué ha sido de ella? Sigue en Candore.

Esta niña se encontraba con nosotras en la parte más espesa del bosque, allá muy lejos. Oyó cantar un pájaro, un malvís, según creo. ¿No era un malvís?... Bueno, pues oyó cantar un tordo y se dirigió al sitio donde sonaba. Se alejó bastante y no pudo dar con él. Cuando se volvía, sale de unas matas el oso, la acomete, la tira al suelo y sin hacerla daño, no sabemos por qué, huye y desaparece.

Un caballo, al ser herido en el vientre, esparció en torno de él, vaciando sus entrañas, una lluvia nauseabunda de excremento verdoso, que vino a manchar los trajes de los toreros cercanos. El público celebraba con risas y exclamaciones las ruidosas caídas de los jinetes. Sonaba la arena sordamente con el choque de los cuerpos rudos y sus piernas forradas de hierro.

Viendo sus esfuerzos defraudados, la doncellita adoptó el acuerdo de salirse de la estancia sin hacer ruido. El Sotillo le causaba ahora una impresión extraña, mezcla de dolor y de alegría, de agitación y de sosiego. Desde el día fatal, hacía ya más de un año, en que su esposo huyera para siempre, no había puesto los pies allí. Pero desde hacía ya tiempo soñaba con él.

Mesía había convencido a la Regenta de que don Víctor, en rigor, venía a ser una cosa así... como un padre. Siempre había pensado ella algo por el estilo. Sin embargo, se le debía el honor; y a pesar de tanta intimidad, de aquel amor confesado implícitamente, Ana podía decir que don Álvaro no había puesto sus labios en aquella piel con cuyo contacto soñaba de fijo.

Y a este propósito solía decir don Víctor, recordando su magistratura: «La libertad de cada cual se extiende hasta el límite en que empieza la libertad de los demás; por tener esto en cuenta, he sido siempre feliz en mi matrimonio». Quiso dormir el poco tiempo de que disponía para ello, pero no pudo. En cuanto se quedaba trasvolado, soñaba que oía los tres ladridos de Frígilis. ¡Cosa extraña!

El anciano obispo hablaba con extraordinaria calma, haciendo largas pausas al final de los períodos, lo que prestaba a su discurso gran majestad. Su voz era dulce y clara y sonaba en la nave silenciosa del templo como una música suave. Entretúvose a trazar con terrible exactitud los pormenores de la vida religiosa, desplegando ante la vista de la joven todo el aparato de mortificación que arrastra consigo; los placeres del mundo, olvidados por entero; los sentidos, contrariados; los afectos terrenales, hasta los más puros, reprimidos. Y eso no un día, ni un mes, ni un año solamente, sino todos los días, todos los meses y todos los años hasta la hora de la muerte, buscando siempre con afán el dolor como otros buscan el placer. Mas después de pintar el cuadro sombrío de la mortificación, pasó a expresar con elocuencia los puros y vivos goces que dentro de ella se encuentran. ¡Abandonarse en los brazos de Dios como el niño en los de su madre, para que haga de nosotros lo que quiera! ¡Hallar a Dios en el fondo de las amarguras y dolores, unirse a

El nombre, el dulce nombre de mi Laura. Fué interrumpida por un murmullo que llegó hasta su oído; creyó oír que la llamaban. Una sonrisa de felicidad iluminó su rostro. Se levantó, guardó el papel en el seno y corrió al cuarto de Elena. Cuando abrió la puerta oyó un quejido doloroso. ¡Oh Marta! ¿sois vos, de veras? ¡Soñaba que no os volvería a ver más!

Soñaba despierta al cantar, poniendo en sus palabras temblores de pasión, subiéndole a los ojos una lacrimosidad emocionante. El hombre sencillo y fuerte, el guerrero, tal vez estaba detrás de ella... ¿Por qué no?

Le respondí, que en efecto la carrera de las letras me agradaba más; que desde pequeño soñaba yo con ser sacerdote, y que si no hubiese tenido la desgracia de quedar huérfano de padre y madre en España, habría quizás logrado los medios de alcanzar allá la realización de mis deseos.