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Actualizado: 1 de junio de 2025


No teniendo otra cosa en qué ocuparse prestó el oído a su conversación; entre otras cosas, oyó que la señora de Hermany le reprochaba el poner sobrenombres a todo el mundo. Supongo le dijo que yo también tendré el mío. Sin duda alguna contestó Jacobo. ¿Y cuál? preguntó la joven rubia alzando su frente angelical. «¡Agua que duermedijo el joven, inclinándose un poco hacia ella.

Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo es hermosa y está llena de no aprendida elegancia. No por cuál decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisión aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me decidirá o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilección sólo entra por algo el tiempo.

La primera era la criada, con el delantal de rizos de los días de fiesta, y la cofia de servir la mesa en los días de visita: traía el chocolate, el chocolate con crema, lo mismo que el día de año nuevo, y los panes dulces en una cesta de plata: luego venía la madre, con un ramo de flores blancas y azules: ¡ni una flor colorada en el ramo, ni una flor amarilla!: y luego venía la lavandera, con el gorro blanco que el cocinero no se quiso poner, y un estandarte que el cocinero le hizo, con un diario y un bastón: y decía en el estandarte, debajo de una corona de pensamientos: «¡Hoy cumple Piedad ocho años!» Y la besaron, y la vistieron con el traje color de perla, y la llevaron, con el estandarte detrás, a la sala de los libros de su padre, que tenía muy peinada su barba rubia, como si se la hubieran peinado muy despacio, y redondéandole las puntas, y poniendo cada hebra en su lugar.

El pelo era rubio, lustroso, ondeado, y lo llevaba esmeradamente partido por el medio, dejando caer dos bucles primorosos sobre la frente. La barba rubia también, rizosa, larga, y la llevaba igualmente partida por la mitad.

Nieves era una rubia alta y esbelta, de cutis blanco y transparente, ojos azules claros, nariz y boca perfectas. Tenía veintidós años de edad, y un carácter que era una bendición del cielo. Imposible estar melancólico a su lado. No que fuera decidora o chistosa; nada de eso. La pobrecilla tenía poco más ingenio que un pez.

Al fin la vio, pero sin mantilla blanca, sin nada que recordase a aquella señora de Sevilla semejante a una maja de Goya. Parecía, con su cabellera rubia y su sombrero original y elegante, una extranjera de las que contemplan por primera vez una corrida de toros.

¿Ve usted aquella casa, aquella, la nueva, la que está pintada de gris? Pues ahí vive una persona que toca mejor que Luisa.... ¿No lo sabía usted? ¡Ah! , la señorita Fernández. ¡! ¡Esa!... murmuró maliciosamente la parlanchina. ¿Y qué? ¿Qué? La señorita Fernández... repitió con mucha sorna la morena. ¿Por qué lo niega usted? dijo la rubia. ¿Qué tiene eso de malo?

Cierto es que el Provisor le prometió para muy pronto la plaza de Teresina, con todas las ventajas que su amiga disfrutaba e iba a disfrutar; pero de todas suertes a ella se la había engañado; o mejor, se había engañado ella; pero esto no quería reconocerlo la orgullosa rubia.

Pero entonces también acepta la tragedia. Figúrate a una de esas jóvenes señoras en la paz de su hogar. La rubia cabeza de un niño se aduerme sobre su seno; se diría otra Virgen con otro niño Jesús. El aire que en derredor de ella se respira parece impregnado de virtud. Un velo de religiosa castidad cubre la hermosura lánguida de su cara. Su sencilla actitud es una oración.

Los vientos mejores son de NE al NO. En esta atencion debe salir de Punta Rubia á la pleamar, y hacer bastante fuerza de vela, á fin de llegar al Rio Negro en el mismo dia de marea crecida, y entrar por la canal del N de su barra.

Palabra del Dia

vorsado

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