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Actualizado: 19 de octubre de 2025
En los jardines había naranjos enanos, con más naranjas que hojas; y peceras con peces de amarillo y carmín, con cinto de oro; y unos rosales con rosas rojas y negras, que tenían cada una su campanilla de plata, y daban a la vez música y olor.
Fuera del palacio, unos jardines de tres siglos se extendían al pie de amplias escalinatas de mármol con las balaustradas rotas bajo la pesadez de tortuosos rosales. Los peldaños, de color de hueso, estaban desunidos por la expansión de las plantas parásitas.
Plantáronse rosales blancos alrededor de la tumba porque Magdalena había tenido siempre gran afición a las rosas blancas y el doctor daba a su hija esas flores a fin de que en vida y muerte su cuerpo siempre fuese todo rosas. Cuando todo acabó, el doctor se despidió de su hija enviándole un beso y diciendo a media voz: Hasta mañana, hija mía... Hasta mañana... y para no separarme ya de ti.
Camila Liénard le recibió con amable sonrisa y le tendió su morena manecita, cuya fina epidermis habían ligeramente rasgado las espinas de los rosales; y dijo la viuda: Estoy encantada de su visita y le pido solamente permiso para acabar este ramo... No tardaré mucho, pero es faena que no puedo aplazar... He visto que necesitaban ser cambiadas las flores que tengo en los jarrones del salón... Hay dos cosas que no puedo sufrir: las cintas descoloridas y las flores mustias.
Y la criatura aquella salía ya patio adelante entre la fuente y los rosales de las macetas, que en aquel momento solemne la saludaban, la una con sus rumores más blandos, y las otras con su fragancia más exquisita, mientras, desde la galería del piso, la vieja ama de llaves, rondeña de pura casta, la echaba saetas, lo mismo que si pasara la Virgen en la procesión de Viernes Santo.
Lo siento mucho... pero ha llegado usted tarde. En la plazoleta que formaban frente a la casa azul los altos y tupidos rosales, erguíanse cuatro palmeras que, abandonadas muchos años, dejaban colgar las secas ramas como miembros muertos debajo de las palmas nuevas, arrogantes y rumorosas.
Catalina y la criada entraban por un sendero del jardín lleno de rosales y hacían ramos de flores. Martín las veía y contemplaba la presa, cuyas aguas brillaban al sol como perlas y se deshacían en espumas blanquísimas. Ya andaría por ahí, si tuviera una lancha decía Martín. Catalina protestaba. ¿No se te van a ocurrir más que tonterías siempre? ¿Por qué no eres como los demás chicos?
En los rosales, muy hermosos con su nuevo follaje, aun no brotaban los capullos; pero en el cuadro de «no me olvides», sembrado por Angelina, se abrían las primeras flores. Había triunfado el amor de la pobre huérfana. Mis plantas, lánguidas y tristes, no florecerían en muchos meses, hasta fines de Abril o principios de Mayo.
Por fin, cuando ya anochecía el tercero y mientras yo entristecido por su ausencia, pues había salido aquella tarde, contemplaba su habitación desierta, vi desprenderse de sus rosales una hoja que empujada por el viento cayó revoloteando hasta la calle. La manzana que a Newton le cayó en la nariz, fue para el sabio una revelación de la gravitación universal.
Un poco más lejos estaban, reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que había luz era el suyo.
Palabra del Dia
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