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Actualizado: 19 de junio de 2025


Adelantaban poco a poco, y ya salían de las estrecheces a senda más desahogada, abierta entre pinos nuevos y montes poblados de aliaga, sin haber tropezado con una sola heredad labradía, un plantío de coles que revelase la vida humana.

La cosecha de algodón puede cómodamente producir lo mismo que la yerba, y aun excederles en mucho, siempre que se ponga un poco de aplicación. El plantío y beneficio del tabaco, así torcido como enmanojado, es un renglón de mucha utilidad, y beneficiándolo como queda dicho puede asegurarse, sin riesgo de equivocación, que pasarían de 1.000 pesos las utilidades que rindiera.

Juanito, con los nervios excitados, acabó por huir, refugiándose en los jardinillos a la inglesa que la gente llama «el Plantío».

Le quedaba una esperanza: que se hubiera deslizado a través de la cerca para ir a las praderas, donde tenía la costumbre de llevarla a dar una vuelta. Pero la hierba estaba alta y no había medio de descubrir si Eppie estaba allí, sino buscándola atentamente, lo que hubiera sido un delito en el plantío del señor Osgood.

Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, sonando las bofetadas con la mayor facilidad.

Un poco más lejos estaban, reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que había luz era el suyo.

Cooper prestó la escopeta, y aún propuso ir esa noche al rozado. No hay luna objetó el peón. No importa. Suelte el perro y veremos si el mío lo sigue. Esa noche fueron al plantío. El peón soltó a su perro, y el animal se lanzó en seguida en las tinieblas del monte, en busca de un rastro. Al ver partir a su compañero, Yaguaí intentó en vano forzar la barrera de caraguatá.

Precedida la casa en cuestión de un mezquino plantío de arbustos, con su terraza al frente, tenía por encima de ésta un feo balcón que quizá no había sido utilizado en la vida. Ah-Fe tiró de la campanilla; apareció una criada; echó una mirada a su cesto y lo admitió con repugnancia como si fuera un animal doméstico, molesto pero imprescindible.

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