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Actualizado: 19 de octubre de 2025


La buena hada de las leyendas marchaba ante él con la varilla, de oro, haciendo brotar rosales en los bordes de su camino. Salió de la taberna con el enorme cigarro en los labios, echando humo ante él, como si las ilusiones se le escaparan por la boca, precediéndole en la marcha. El sol tibio de la tarde y el azul transparente del cielo parecían colarse en su alma.

Hasta recitó unos versos latinos, traduciéndolos, para hacer saber á sus oyentes que los rosales de esta tierra florecían dos veces al año. Freya desarrugó su ceño, volviendo á sonreír. Había olvidado el disgusto reciente, para desear uno de los rosales maravillosos. Y Ferragut, ante este capricho de una vehemencia infantil, habló al guía con autoridad.

Las plantas salvajes crecían entre los peñascos coronados de flores; los árboles tenían los troncos vestidos de serpenteante verdura; las pobres casas de los payeses ocultaban su miseria ruinosa bajo sábanas de rosales trepadores.

Pudo conocer entonces las dos señoritas cuyas voces llegaban hasta ellos; estas señoritas habían bajado, a lo que podía creerse, a uno de los jardinillos de bajo la torre con el fin de evitar el sol, y se paseaban del brazo protegidas por la fresca sombra de grandes rosales allí plantados; una de ellas, morena, pálida, con cara de arcángel, decía a la otra: Qué bien se está aquí para charlar, ¿no es verdad, hija?

En breves renglones decía: «La cita que me pide me compromete mucho; pero cedo a los sentimientos que me inspira, y le espero esta noche, de doce a una, en la calle de X , número 4, principal, derecha. Silencio y discreción. No diga al portero mi nombre: pregunte por la señora de Rosales.

Me pasaba yo el día leyendo, escribiendo y cuidando del jardín. Las plantas que Angelina y yo habíamos sembrado prosperaban a maravilla; los rosales recobraban su lozano follaje; las violetas macollaban que era una gloria, y el cuadro de «no me olvides» parecía una alfombra de felpa.

¿Y quién le garantizaba que este príncipe no fuera tuerto o picado de viruelas?... ¡Había que evitar resolución tan inconsulta!... Y para evitarla, no veía otro medio que dejar de mirar las almas y mirar sólo los rostros... ¿No era al fin y al cabo eso lo que le aconsejó el enano cuando le dijera: «mira las rosas y no toques los rosales?...»

Hace un momento, después de dos largas horas de trabajo a la sombra del único árbol del jardín, entre las matas de rosales, y a pesar del vientecillo que levantaba las hojas de mi libro, mi padre se ha recostado en su butaca, después de sujetar cuidadosamente las cuartillas cubiertas de su fina letra, y me ha mirado con sonrisa de aprobación.

Entre este palacio y la muralla de mar, en un profundo foso lleno de hierba, por cuyos muros trepaban guirnaldas de rosales, amontonábanse numerosos cañones: unos antiquísimos, montados sobre ruedas; otros modernos, esparcidos por el suelo, esperando, durante años, el momento de ser emplazados.

Esta cesó cuando Juan, tomándola a la tarde de la mano, la llevó, mientras que Pedro y Adela buscaban flores de saúco para Ana, a la sombra de un camino de rosales que daba al saucal, y donde había de trecho en trecho unos bancos de piedra, y al lado unos atriles, de piedra también, como para poner un libro.

Palabra del Dia

mármor

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