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Actualizado: 13 de junio de 2025
Yo le veia entre las vagas nubes que colora el sol que presta su matiz dorado á la primer sonrisa de la aurora; la armonía solemne, grave, dulce y pausada, que encanta los sentidos en la tarde serena de luz, de aromas y de cantos llena, era su voz; el rayo su mirada; el ronco trueno, el ruido de su carro que cruzaba el Empíreo; su suspiro la brisa; su espejo el ancho mar; su manto el cielo, y el sol esplendoroso su sonrisa.
A vosotros, ó justo Radamonte Y Minos, que con leyes inmutables En los obscuros reynos del espanto Regis las almas tristes miserables, Si acaso tiene fuerza el ronco canto, O murmurios de versos deleytables, Por ellos os conjuro, ruego y pido Ablandeis este pecho endurecido.
Como en el Andes brama El huracan tremendo, Cuando veloz derrama El trueno ronco estruendo, Y en tanto el polo cruje, Resisten al empuje Sus quicios de cristal; Así del tiempo el vuelo Que abate las barreras, Estiende por el suelo Sus ondas altaneras, Chocando resonantes El muro de diamantes Del alma libertad.
Carleti, ronco de ira y de cansancio y cubierto de heridas de las que manaba la sangre en abundancia, volvió á bordo de su buque con los piratas que le quedaban, sin cesar de defenderse y perseguido por una docena de ingleses que se lanzaron al abordaje de la galera.
Dos mocetones, armados de escopetas, abrían la marcha haciendo fuego, y un ciego gaitero acompañaba con su ronco instrumento al señor cura en sus cánticos, á los que contestaba todo el pueblo, de vez en cuando con un fervoroso «ora pro nobis».
Yo salí en fiado, por virtud del escribano. Y el relator no se descuidó, porque mudó tono, habló quedo y ronco, brincó razones y mascó cláusulas enteras. Libro Tercero: Capítulo V: De cómo tomó posada, y la desgracia que le sucedió en ella. Salí de la cárcel. Halléme solo y sin los amigos; aunque me avisaron que iban camino de Sevilla a costa de la caridad, no los quise seguir.
Y acurrucado en su minarete, en medio de las tinieblas perforadas por luminosos parpadeos, existía el centinela invisible, el ronco cantor de las horas, espía avanzado que escrutaba los hostiles misterios de la noche y del mar.
Mostró la duquesa la carta de Sancho al duque, de que recibió grandísimo contento. Comieron, y después de alzado los manteles, y después de haberse entretenido un buen espacio con la sabrosa conversación de Sancho, a deshora se oyó el son tristísimo de un pífaro y el de un ronco y destemplado tambor.
Y don Pompeyo se colocó delante de la cortina de percal para cortar el paso al obispo-madre. ¿Quién va? ¿quién va? gritó desde dentro Barinaga ronco y jadeante. Son las Paulinas respondió Guimarán. ¡Rayos y truenos! fuera de mi casa.... ¿No tiene usted una escoba, don Pompeyo? Fuego en ellas... infames... ¿y no anda ahí un cura también?...
Ricardo sintió profunda pena de que se quedasen allí, como si le ligase a aquella familia algún vínculo de amor, y tuvo deseos de decir a la mamá: «Señora, acabo de perder a mi madre; estoy solo en el mundo y no tengo a nadie a quien amar ni que me ame; ¿quiere usted llevarme a su casa como hijo?» La puerta del carruaje se cerró de golpe, sonó la campanilla, se oyó el grito ronco de la máquina y el tren prosiguió la marcha con su traqueteo metálico que clamaba sin cesar en el silencio de la noche: ¡solo!, ¡solo!, ¡solo!
Palabra del Dia
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