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Actualizado: 14 de junio de 2025
Ocurrió por entonces en España uno de esos acontecimientos que hacen raya en la historia de los pueblos; marejadas de fondo, como diría Tremontorio, cuyas ondas, bajo un cielo sereno, sin saberse en dónde nacen, son más impetuosas á medida que caminan; y llegan á la costa, y baten sus peñascos, y no hay entre ellos cueva, ni boquete, ni escondrijo donde la furia no meta su desgreñada cabeza con pavoroso estruendo, ni puerto tan seguro que no reciba sus espumas y sienta estremecerse el limpio cristal de sus aguas.
Tan enfermo, que esta mañana, después de haber hecho testamento, me llamó y me dijo: Juan, es necesario que te vayas á Madrid en busca de tu tío Francisco, yo me muero; es necesario que antes de que yo muera reciba mi hermano esta carta, que he escrito con mucho trabajo esta noche. Y sacó de debajo de la almohada esta carta cerrada y sellada que me entregó.
No por cierto; pero está haciendo al príncipe de Asturias aficionarse á las mujeres. ¡Ah! ¡sí! hasta de los niños se echa mano dijo el bufón. Y de las mujeres y de los viejos añadió el cocinero. ¿Pero no tiene algún otro amante rico esa mujer? Anda en vísperas de gastar de las rentas reales dijo el cocinero mayor. Explicáos... Puede ser que una de estas noches reciba á su majestad.
Esta exclamacion improvisada tenia cierto fluido eléctrico. Nuestra curiosidad está satisfecha. La pintura que vemos es la ASUNCION. ¿Puede explicarse el mérito de ese inmenso cuadro? Creo que no. En esto sucede lo que con el color y con el sonido. En vano explicaremos el color al ciego, y el sonido al sordo. El que no reciba estas nociones de la creacion natural, bajará al sepulcro sin ellas.
¡Ay, señor mío, quítese de ahí; no haga eso -respondió Teresa-, que yo no soy nada palaciega, sino una pobre labradora, hija de un estripaterrones y mujer de un escudero andante, y no de gobernador alguno! -Vuesa merced -respondió el paje- es mujer dignísima de un gobernador archidignísimo; y, para prueba desta verdad, reciba vuesa merced esta carta y este presente.
Calderón expresa de este modo su veneración hacia Lope de Vega: Aunque la persecución De la envidia teme el sabio, No reciba de ella agravio, Que es de serlo aprobación: Los que más presumen, son, Lope, á los que envidias das, Y en su presunción verás Lo que tus glorias merecen, Pues los que más te engrandecen Son los que te envidian más.
Desesperábase de ver la flojedad y caridad poca de Sancho su escudero, pues, a lo que creía, solos cinco azotes se había dado, número desigual y pequeño para los infinitos que le faltaban; y desto recibió tanta pesadumbre y enojo, que hizo este discurso: -Si nudo gordiano cortó el Magno Alejandro, diciendo: ''Tanto monta cortar como desatar'', y no por eso dejó de ser universal señor de toda la Asia, ni más ni menos podría suceder ahora en el desencanto de Dulcinea, si yo azotase a Sancho a pesar suyo; que si la condición deste remedio está en que Sancho reciba los tres mil y tantos azotes, ¿qué se me da a mí que se los dé él, o que se los dé otro, pues la sustancia está en que él los reciba, lleguen por do llegaren?
Cuando Ramos Mejía publicó su Neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, en cuyas páginas, según es sabido, traza la historia clínica del tirano, Sarmiento se apresuró a comentar así ese trabajo: «La tiranía de Rosas fué una locura en acción» nos dice al comenzar su comentario . Y luego avanza esta advertencia valerosa: «Prevendríamos al joven autor que no reciba como moneda de buena ley todas las acusaciones que se han hecho a Rosas, en aquellos tiempos de combate y de lucha, por el interés mismo de las doctrinas científicas que explicarían los hechos verdaderos» . Con esa austeridad confesaba Sarmiento sus excesos polémicos anteriores a 1852, y si traigo tal confesión sobre sus ataques a Rosas, es porque esta otra figura completa a la de Facundo en la composición de su libro, y porque el «folletín» del Progreso no fué sino un episodio periodístico de la violenta predicación que los emigrados realizaban desde el extranjero contra el tirano de Buenos Aires.
Al fin descansaré: bien lo necesito... Ya llegan los convidados, mi abuelita me manda que los reciba. Estoy preciosa esta noche... Entran ya. ¡Cuánta sonrisa, cuánto brillante, qué variedad de vestidos, qué bulla magnífica! y... en fin, ¡qué cosa tan buena! Hay una tibieza en el aire que me desvanece; me zumban los oídos, y en los espejos veo un temblor de figuras que me marea.
Dudo mucho que se reciba con peor talante a un huésped desconocido que se mete a las dos de la mañana en casa de su prójimo, robándole el sueño y alborotándole el hogar, que a la recién nacida en el de sus padres, en cuanto el doctor proclamó, en voz desfallecida y con gesto de terciana, el sexo que la había tocado en suerte.
Palabra del Dia
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