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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Ráfagas de aire frío, ascendiendo de los valles del Sarre, traían de muy lejos, como un suspiro, los rumores eternos de los torrentes y de los bosques. La Luna, filtrándose entre las nubes, alumbraba de lleno las selvas sombrías del Blanru, con sus grandes abetos cargados de nieve.
La tempestad sacudía los postigos, la nieve, empujada por las ráfagas del viento, barría los vidrios con un roce ligero y la lámpara de pantalla verde suspendida del cielo raso, esparcía sobre mí su fulgor apacible.
Distinguió al pie de la cuesta que ocupaba su castillo varias columnas de ataque que habían pasado el Marne. Los asaltantes estaban inmovilizados por el fuego nutrido de los alemanes. Avanzaban á saltos, por compañías, tendiéndose después al abrigo de los repliegues del terreno para dejar pasar las ráfagas de muerte.
Dios, si me muero, y el pensamiento vive más allá de la muerte, estaré viendo toda la eternidad esta carita graciosa, con su expresión celestial, estos ojos serenos y risueños, esta cabellera oscura con ráfagas blancas que le hacen tanta gracia... esta boca, que no habla sin que me duela el alma. ¡Pobre ángel!, su única pasión es la maternidad, sed no satisfecha, desconsuelo inmenso.
Carecía de ilustración y de experiencia; pero sabía mantener discretamente una conversación y no se le escapaban los defectos del prójimo. Como casi todos los seres débiles, gozaba a veces malignamente a costa de ellos. Es la venganza que la gente sin carácter toma de quienes lo poseen demasiado vigoroso y espontáneo. No obstante, estas ráfagas de ironía y malignidad no eran en él frecuentes.
De lejos y al caer de la tarde distinguíamos la columna de humo cubriendo el cielo de vagabundas y sombrías ráfagas, y el aragonés y yo no pudimos menos de maldecir en voz alta y expresivamente al tirano invasor de España. Contra lo que esperábamos, Santorcaz no nos contestó una palabra, y seguía su camino profundamente pensativo.
De esta orla parten divergentemente cuatro ó cinco ráfagas de plata y oro, como los destellos que vemos en las aureolas de los santos góticos. Era, pues, un astro de luto; el cadáver del sol; la luz vestida de negro. Sol y luna formaban un solo cuerpo, engendro misterioso que representaba á la vez el día y la noche.....
Mis pasos eran cada vez más cortos y más tardos, recorriendo, mareando, el confuso laberinto de las calles, animadas con vivas ráfagas de luz, regaladas de músicas y vibrantes de gritos y carcajadas femeninas. Llegaban las once, y entonces mis pies se movían presurosos por la revuelta calle de Argote de Molina, hasta alcanzar la casa de Gloria.
La lluvia, que caía a torrentes, azotaba las ventanas del cuarto de Bettina. ¡Oh! ¡cómo llueve, cómo se va a mojar! Fue su primer pensamiento. Levántase, atraviesa su cuarto con los pies desnudos y entreabre un postigo. Empieza a despuntar el día, con una luz gris, opaca, pesada; el cielo está cargado de agua; el viento sopla tempestuoso, por ráfagas que hace girar la lluvia en torbellinos.
«Tú me ayudarás prosiguió Maxi con ráfagas de inspiración religiosa en sus ojos encandilados , tú me ayudarás a propagar esta gran doctrina, resultado de tantas cavilaciones, y que no habría llegado a ser completamente mía sin el auxilio del Cielo. El gran misterio de la revelación se ha renovado en mí. Lo que sé, lo sé porque me lo ha dicho quien todo se lo sabe».
Palabra del Dia
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