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Mozos encandilados por el alcohol, que se detenían para requebrar a las chicas; honrados padres de familia que bregaban con la prole máxima, mientras la esposa traía en brazos al mocoso rebelde y llorón.
«Tú me ayudarás prosiguió Maxi con ráfagas de inspiración religiosa en sus ojos encandilados , tú me ayudarás a propagar esta gran doctrina, resultado de tantas cavilaciones, y que no habría llegado a ser completamente mía sin el auxilio del Cielo. El gran misterio de la revelación se ha renovado en mí. Lo que sé, lo sé porque me lo ha dicho quien todo se lo sabe».
Del señor Cuadros, de aquel honrado padre de familia que contestaba a sus palabras con melosos gestos y parecía medirla de arriba abajo con sus ojos encandilados. ¡Pobre Teresa!
No se tienen por ladrones, y siempre dicen: ¡Nosotros lo que hacemos es embromar a quien nos tiene por zonzos! ¡A los otarios les contamos un cuento, les ofrecemos una ganancia enorme, y encandilados, los clavamos : eso es todo!... ¡No les hacemos daño, no los golpeamos, ni asustamos!... ¡Si se clavan, nadie tiene la culpa! Si uno los apura, demostrándoles que son ladrones, exclaman
Cuando, a pesar de su deplorable situación, a Serafina, que le cuida, la mira con ojos encandilados y lo ve doña Inés, esta le dice: ¿Es posible, Alvarito, que no te abandone el demonio que te posee? ¡El vicio, que huye de todo tu cuerpo, se te mete en la cabeza y no te deja! ¡Da asco y vergüenza! ¡Ta, ta, ta, ta, ta! contesta don Alvaro.
Doña Lupe trajo luz, y mirando a los esposos con sus ojos encandilados por el vivo resplandor de la llama de petróleo, dijo, sin duda por animar a Maxi con una broma: «¿Ya estáis haciendo los tortolitos?... Más cuenta te tiene comer. ¿Quieres que esta coma aquí contigo?». Sí, sí, yo comeré aquí dijo la esposa prontamente . Y él comerá también, ¿verdad, hijo? ¿Verdad que comerás con tu mujer?
Esta mujer me vuelve loco pensaba Feijoo, experimentando, al oír a Fortunata, una sensación de inefable contento . Si estoy chocho, si no sé lo que me pasa... ¡Ay Dios mío, a mi edad!... No hay remedio, me declaro... Pero no, refrénate, compañero, aún no es tiempo... Al buen señor se le ponían los ojos encandilados oyéndole contar aquellas cosas con tan encantadora sinceridad.
Palabra del Dia
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