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Unos pies golpearon su cabeza, y tuvo que sentarse para dejar sitio al oficial, que descendía detrás de él. El bote no era gran cosa como embarcación. Lo habían despreciado, sin duda, los demás tripulantes y pasajeros que llenaban varias balleneras vagabundas sobre la superficie azul. Todas estas embarcaciones se alejaban á vela ó á remo del buque agonizante.

Tenía dos niños: el uno que es don Nuño, nuestro muy querido amo, y contaba entonces seis meses, poco más o menos, y el mayor, que tendría dos años, llamado don Juan. Una noche entró en la casa del Conde una de esas vagabundas, una gitana con ribetes de bruja, y sin decir una palabra se deslizó hacia la cámara donde dormía el mayorcito. Era ya bastante vieja... FERRANDO. ¿Vieja y gitana?

Como necesitaba adquirir noticias del ausente, se fué al puerto de Antofagasta, donde el viejo chileno tenía numerosos amigos. Le bastó hablar con uno de ellos para convencerse de que ño Juanito no había muerto y estaba á estas horas en pleno goce de su salud y su alegría vagabundas.

Los pobres que trabajaban en el Nuevo Mundo como agricultores ó dependientes de tienda se acuartelaban en un matadero de las afueras. Algunos que eran músicos habían adquirido instrumentos viejos y formaban murgas vagabundas, implorando limosna con sus rugidos de pueblo en pueblo. Pero transcurrían los meses, la guerra se prolongaba, y nadie podía columbrar su término.

Pero aquel espectáculo era muy capaz de contener las ideas vagabundas. Eppie, con las ondulaciones radiantes de sus cabellos, con su mentón y su cuello contorneados, cuya blancura era realzada por su traje de algodón azul obscuro, reía alegremente mientras que el gatito, prendiéndose con las cuatro patas del hombro de la joven, formaba, por decirlo así, el modelo del asa de un jarrón.

Total: que la esposa del héroe de Cerro Pardo poseía una colección enorme de alhajas, y los maliciosos las encontraban iguales á las que habían comprado en Londres y en Nueva York ciertas familias del Méjico anterior que andaban ahora vagabundas, lejos del país.

De lejos y al caer de la tarde distinguíamos la columna de humo cubriendo el cielo de vagabundas y sombrías ráfagas, y el aragonés y yo no pudimos menos de maldecir en voz alta y expresivamente al tirano invasor de España. Contra lo que esperábamos, Santorcaz no nos contestó una palabra, y seguía su camino profundamente pensativo.

Su laboriosidad inspiraba gran respeto a estas hembras vagabundas, cuyas faenas domésticas consistían en encender el fuego y dejar que la familia se tragase la cena medio cruda.

El Izarra presenta también motivos de fantasía para las imaginaciones vagabundas; en ese alto acantilado, paredón gigantesco, pizarroso, con vetas blancas, las hornacinas se abren como esperando una imagen; los balcones, ribeteados por liquenes verdes, se alargan en lo alto. Podría asomarse allí una ondina o una hada.