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Era una agitación semejante a la de un navío de guerra en vísperas de combate. La última cubierta se empequeñecía. Las balleneras pendientes sobre el mar eran retiradas al interior, descansando fijas en sus cuñas. Los paseantes veíanse obligados a moverse entre estas embarcaciones, que sólo dejaban accesibles estrechos pasadizos.

Una semana después, la blanca popa del buque y las dos caras de su proa ostentaban un nombre en letras de oro, repetido además en los rollos salvavidas y en las diversas embarcaciones secundarias, balleneras, botes á vapor, botes automóviles: Gaviota II. Tenía el tonelaje de un pequeño trasatlántico y la velocidad de un torpedero.

El Dragón estaba autorizado, según decían, para usar cañones, y tenía tres de a seis pulgadas en la toldilla de popa y dos sobre el castillo de proa. En el espacio comprendido desde el palo del centro y el último, llevábamos una barca grande, de éstas que llaman balleneras, con cubierta, y encima de ella un botecillo.

Luego, Isidro se fijó en los costados de la cubierta, donde estaban pendientes de sus pescantes de acero dos filas de botes. Hermosas balleneras de madera pulida y lustrosa como el piso de un salón. En cada una de ellas podemos meternos cincuenta personas; y el mástil, la vela, los remos, todo lo necesario, esta guardado en su vientre, bajo la caperuza de lona que lo cubre.

Las mujeres y los niños ocupaban con preferencia las grandes balleneras; luego embarcaban los hombres por orden de edad. Se abstuvo Gillespie de unirse á los grupos que esperaban sobre la cubierta el momento de huir del buque. Sabía que él, por su juventud y su vigor, debía ser de los últimos. Un tranquilo fatalismo guiaba ahora sus acciones.

Una tarde, á la altura de Portugal, cuando estaban lejos de la ruta seguida por la navegación regular, una columna de humo y de llamas se elevó sobre la cubierta, rompiendo las escotillas y devorando el velamen. Mientras el piloto, al frente de unos negros, pretendía dominar el fuego, el capitán y los tripulantes alemanes escaparon del buque en dos balleneras preparadas.

Hasta a los gringos de las balleneras se les cae la baba cuando canta usted. Los resuellos chillones del acordeón habrían seguido, junto con los gemidos de la guitarra, si las músicas militares no hubiesen anunciado que la columna, formada ya, se ponía en marcha a lo largo del muelle.

Agregado á esto, que no se comprendió á su tiempo el negocio que reportaban las invernadas balleneras, instalando almacenes bien provistos, y que la carencia absoluta de estos originaba la falta de competencia, siendo por lo tanto la consecuencia necesaria que los poquísimos productos se vendieran á precios subidos, puesto que la necesidad por parte del comprador y la escasez por la del tenedor, eran los elementos de aquellas transacciones, que poco á poco habían de dejar de operarse, á medida que fueron abriéndose otros puertos en que al par del abrigo, se encontraban almacenes, tráfico y comunicaciones.

Mire agregó, allá van las falúas a buscar la oficialidad, y las balleneras para desembarcar la tropa. ¡Bomba! ¡Pas! Ese es el Córdoba que hace salvas. Y, en efecto, una repentina nube blanca envolvió los costados del barco y el eco del cañonazo se dilató retumbando sordamente por los espacios.

Unos pies golpearon su cabeza, y tuvo que sentarse para dejar sitio al oficial, que descendía detrás de él. El bote no era gran cosa como embarcación. Lo habían despreciado, sin duda, los demás tripulantes y pasajeros que llenaban varias balleneras vagabundas sobre la superficie azul. Todas estas embarcaciones se alejaban á vela ó á remo del buque agonizante.