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El viejo marinero, que había vuelto a bordo del junco, se apresuró a obedecer. La embarcación, que estaba guindada de los pescantes de popa, fué botada al mar y la ocuparon diez chinos armados de fusiles. Ahora las calderas y el combustible ordenó Van-Horn, que también se había embarcado en ella.

La muchedumbre levantaba incesante y áspero rumor, sobre el cual se alzaban los gritos de los pregoneros anunciando «la salve que cantan los presos a los reos que están en capilla», y «el extraordinario de La CorrespondenciaUna fila de carruajes marchaba lentamente hacia la Red de San Luis. Los cocheros, arrebujados en sus capotes raídos, se balanceaban perezosamente sobre los pescantes.

Los primeros obreros que iban hacia su trabajo con las manos en los bolsillos, las verduleras que regresaban de los mercados empujando sus carretones, volvían la cabeza con interés, siguiendo este desfile de carruajes veloces, casi todos ellos con hombres en los pescantes al lado del conductor.

Luego, Isidro se fijó en los costados de la cubierta, donde estaban pendientes de sus pescantes de acero dos filas de botes. Hermosas balleneras de madera pulida y lustrosa como el piso de un salón. En cada una de ellas podemos meternos cincuenta personas; y el mástil, la vela, los remos, todo lo necesario, esta guardado en su vientre, bajo la caperuza de lona que lo cubre.

Qué clase de embarcaciones menores llevaba; cuáles eran sus dimensiones y si iban colgadas en pescantes ó montadas sobre calzos en la cubierta. Si llevaba mesas de guarnición para las jarcias firmes, brazales y curvas-bandas en el tajamar y pescantes para las amuras de la mayor trinqueta.

Los guantes de cabritilla son coetáneos de la escarapela en los señores de los pescantes y el clat en los señores de los salones. Antes en Manila se conocía al dueño de un coche por su cara, hoy se le conoce por su cochero, que viene á ser el alias ó seudónimo da su amo ... ¡Manila progresa!

El tajamar no tenía brazales ni curvas-bandas ni pescantes de amuras. En las esculturas de la iglesia de San Nicolás de Burgos están perfectamente acusados estos detalles. Véase el estudio especial de La vida en las carabelas. Véase el estudio sobre Armamento. No hay seguridad acerca del número de los tripulantes por discrepancia de los escritores de la época.

El Gobierno parecía alarmado: varios agentes de orden público paseábanse por la acera de enfrente, a lo largo del palacio, y algunos polizontes se mezclaban entre los curiosos o trababan conversación con cocheros y lacayos, que charlaban entre desde los pescantes, designándose, según la clásica costumbre, por los ilustres nombres de sus amos.

La calle de estribor estaba inundada de luz; la de babor guardaba la humedad del mangueo reciente, con una fresca penumbra de galería subterránea. Corría la sombra del buque sobre las aguas unidas y tranquilas, como una silueta chinesca. En su lomo se marcaban los perfiles de botes y pescantes y la masa cuadrangular de la chimenea.

Los cocheros, enfundados en sus blancos levitones, exhibían desde lo alto de los pescantes, sus caras afeitadas y carrilludas de cómicos obesos o párrocos bien conservados, y miraban con cierto desprecio a toda aquella muchedumbre que les obligaba a pasar unas cuantas horas de tedio.