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Actualizado: 23 de junio de 2025
»Con toda sinceridad le declaro que me consume este aislamiento en que vivo, y del cual me quejo a usted porque en mi alma no cabe el disimulo... ¿Obro bien? No lo sé; pero yo quisiera distraerme, salir, frecuentar la sociedad... vivir, en suma.
Me quejo al Criador de mis grandes sufrimientos y de su impasibilidad y de la tristísima suerte que me espera, sin hijos, sin amigos, sin médico, sin sacerdotes, sin nadie. Mi profecía de hace doce años acerca de mi triste fin se cumple. Hace ocho días repetí mis vaticinios en la poesía Lágrimas que he compuesto. »Tú, querido Antonio, apenas me has conocido. ¿Por qué no contarte algo de mi vida?
Al día siguiente Fortunata se sentía mejor; pero aún estaba en la cama cuando su marido, después de dar una vuelta por la botica, subió a verla. «¿Qué tal? le dijo inclinándose sobre ella y besándola en frente . Te puedes levantar. El día está bueno. ¡Ay!, yo tengo menos salud que tú, y no me quejo tanto. Siento tal debilidad que a veces me cuesta trabajo mover un dedo.
Prorumpió en amargas quejas contra el hombre de estado; vertió lágrimas; se lamentó amargamente de que hubieran negado á su marido un cargo á que podia aspirar por su cuna, y de que le hacian acreedor sus heridas y servicios; y habló con tanta energía, se quejó con tal gracia, desvaneció con tal maña los reparos, con tal eloqüencia esforzó sus razones, que no salió del gabinete hasta haber conseguido la fortuna de su marido.
Sí, sí, y me escribíais con más frecuencia y más detención que antes. No me quejo, pero os pregunto, ¿cuándo me presentaréis a mi cuñado? El hablaba así por broma, mas Bettina le responde seriamente: Espero que será muy pronto. M. Scott sólo ahora sabe que el asunto es serio. Bettina le pide sus cartas, al volver en el vagón para releerlas, y ve que, en efecto, en todas habla de él.
En mitad de la cena se quejó Cador de un vehemente dolor en el bazo, y la dama inquieta y asustada mandó le traxeran todas las esencias con que se sahumaba, para probar si alguna era un remedio contra los dolores de bazo; sintiendo mucho que se hubiera ido ya de Babilonia el sapientísimo Hermes, y dignándose hasta de tocar el lado donde sentia Cador tan fuertes dolores. ¿Suele daros este dolor tan cruel? le dixo compasiva.
Dicho esto, la endiablada mujer me aplicó de una manera indecorosa y plebeya, por bajo de las espaldas, seis o siete feroces pellizcos, como si quisiera sacarme a túrdigas el pellejo. Después se largó echando chispas. No me quejo: merezco esta broma brutal, dado que sea broma. Merezco que me atenacen los demonios con tenazas hechas ascuas.
Yo no me quejo de esas reticencias; Vd. me da avisos prudentes, gran parte de los cuales acepto y pienso seguir. Si va Vd. más allá de lo justo en el recelar consiste sin duda en el interés que por mí se toma y que yo de todo corazón le agradezco. 4 de Mayo. Extraño es que en tantos días, yo no haya tenido tiempo para escribir a Vd.; pero tal es la verdad.
Lloro á la muerte ansioso, al fuego me lamento sin sentido, gimo al aire celoso, al mar me quejo, al cielo favor pido, y no me dan consuelo la tierra, el aire, el fuego, el mar, ni el cielo. ¡Ay prenda de mis ojos! ¡ay soberana luz! ¡ay Sol querida! ¿qué atrevidos arrojos han dejado mi vida sin tu vida? si somos en tal calma, un amor, un aliento, un ser, un alma.
JARIFA. Al último remate De mi cansada vida, al postrer dejo, Cuando no es bien que trate De buscar medicina ni consejo, Como cisne me quejo. Fiero amor inhumano, Mi hermano adoro y quiero, Por imposibles muero. ABIND. ¡Jarifa! JARIFA. ¡Abindarráez! ABIND. ¡Hermana! JARIFA. ¡Hermano! ABIND. Dame esos brazos dichosos. JARIFA. Dadme vos los vuestros caros. ABIND. ¡Ay, ojos bellos y claros!
Palabra del Dia
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