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La utilidad y necesidad de las adquisiciones resultaban de interés secundario; lo importante era adquirir á precios irrisorios. Y las subastas inundaron aquellas habitaciones que al principio se amueblaban con lentitud desesperante. Su hija se quejó ahora de que la casa se llenaba demasiado. Los muebles y objetos de adorno eran ricos, pero tantos... ¡tantos!

Mi querido amigo, dijo Marenval mientras subía la húmeda y mal oliente escalera, esa mujer nos ha tomado por un galán joven y un barba que buscan contrata, y hasta nos ha expresado su desdén con frases poco correctas... Tiene usted que acorazarse contra todas estas impresiones, Marenval. Nos veremos en muchos casos semejantes. No me quejo, amigo mío; lo hago constar.

Por fin Aguado la dejó explicarse, y ella se quejó de lo siguiente: «No le dolía nada, lo que se llama doler, pero tenía grandes insomnios, y a ratos grandes tristezas, y de repente ansias infinitas, no sabía de qué, y la angustia de un ahogo; la habitación en que estaba, la casa entera le parecían estrechas, como tumbas, como cuevas de grillos, y anhelaba salir volando por los balcones y escapar muy lejos, beber mucho aire y empaparse en mucha luz.

Esto es de lo que yo me quejo; cásese vuestra merced una por una con esta reina, ahora que la tenemos aquí como llovida del cielo, y después puede volverse con mi señora Dulcinea; que reyes debe de haber habido en el mundo que hayan sido amancebados.

Aquí, una copa se quejó tan dolorosamente entre los dedos de la señora, que cayó partida en dos sobre el mantel, detalle en que no paró mientes misia Casilda, tan sobreexcitada y fuera de estaba. ¡Si le parecía que fué ayer la muerte de Pilar; la venta de la casa paterna, calle de Méjico; la desaparición de muebles, alhajas y efectivo entre las manos de don Bernardino, el albacea de la testamentaría, el depositario de la confianza de los tres herederos! ¡que fué ayer cuando quedaron casi sin techo, obligado él, don Pablo, a acudir a la influencia de los amigos, para calzar un empleíto, que ayudara a tirar adelante! que fué ayer cuando Esteven, con el luto todavía del suegro, se presentó en la casa, y después de mucho preámbulo y mucho carraspear, les mostró no qué papelotes y leyó no qué cuentas... total, que les entregó unos veinte mil pesos, la parte de la herencia que les correspondía; pues lo demás se había ido entre escribanos, abogados y papel sellado.

Tiene usted mucha razón, señora decía la señora de Aubry no hay sino una cosa en el mundo, y esa es ser rica; cuando yo lo era, despreciaba de todo corazón á los pobres, así hallo ahora muy natural que se me desprecie, y no me quejo de ello.

Don Santos alborotó la vecindad muchas noches; no bastó la intervención del sereno; llegó a dar puñadas, bastonazos y hasta patadas en la puerta de la Cruz Roja. El dueño del establecimiento se quejó a la autoridad, creció el escándalo, los enemigos del Magistral atizaron la discordia, en todas partes se gritaba: «¿Cómo se entiende? ¿van a prender a don Santos después de haberle arruinado?

Durante algún tiempo, cuando hablaba de esta época, solía decir: «Haciendo yo de gobernador en Tarragona...» Más adelante sustituyó la frase con esta otra: «Siendo yo gobernador de Tarragona...» Y cuando era gobernador de Tarragona sucedió que la prensa local se quejó del abandono de las calles, achacándolo, como todo lo demás que andaba mal, a la administración conservadora.

Suprimió las cartas. Serafina, a las pocas semanas, se quejó con el esoterismo epistolar de costumbre; pero Bonis no se dio por enterado, y acabó por no leer siquiera las cartas que venían de la Coruña primero, y después de Santander.

¡Cállate gritó Miranda desatentado ; cállate y no digas necedades! prosiguió con esa grosería conyugal de que no se eximen ni los hombres de buen tono . Antes de casarte, debieras haber aprendido a conducirte en el mundo, para no ponerme en evidencia y no hacer ridiculeces de mal género; pero no de qué me quejo; no debí esperar otra cosa, al casarme con la hija de un tendero de aceite y vinagre.