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Actualizado: 21 de junio de 2025
Y puesto que te indigna tanto lo que te pregunto, averigua a quien quiera contarte, qué clase de relaciones tiene la madre de tu novia con su cuñado, pregunta! ¡Sí! Ya sé que ha sido... Ah, ¿sabes que ha sido la querida de Arrizabalaga? ¿Y que él u otro sostienen la casa en Montevideo? ¡Y te quedas tan fresco! ¡Sí, ya sé, tu novia no tiene nada que ver con esto, ya sé!
¡Ah no! pero tú no me apartarás a mí de ti. Yo te quito la bandera de las manos. Tú te quedas conmigo. ¡Yo soy lo más alto! No, Lucía: los dos juntos llevaremos la bandera. Yo te tomo para todo el viaje. Mira que, como soy bueno, no voy a ser feliz. ¡No te me canses! y le besó la mano. Lucía le acariciaba con los ojos la cabeza.
Yo conseguí para ti una misión que debías cumplir en la corte de Nápoles, y en su virtud tú dirás o, aun mejor, lo diré yo, y así quedas exento de responsabilidad, que en provecho de tu carrera tienes que desempeñar esa comisión inmediatamente. Si mi hija se queja, yo le diré que calle, que iremos a recibirte cuando regreses y, en vez de tres meses, la separación no llegará a seis semanas.
Octavio habló también un rato con la señora que tenía al lado. Mas aunque aparentase indiferencia, claramente se leía en su rostro el disgusto que la conducta ligera de su novia le causaba. Irritado al fin le dió un golpecito en el brazo y le dijo con acento irónico: ¿Con cuál de los dos te quedas? La niña mostróse un poco cortada y respondió mirando para los cartones: ¡Qué tonto eres!
Por eso no he dado a la estampa los sáficos aquellos que te gustaron tanto, la odita al Pedregoso. Mira, Rodolfo: no hablemos más de esos bellacos. Serenóse don Román, sacó la tabaquera, tomó un polvo, y, quitándose las gafas, me dijo en tono cariñoso: Vamos: ¿qué piensas hacer? ¿Sigues los estudios, o te quedas en tu tierra, y en tu casa, para buscarte la vida? Hablé ya con tus tías.
Y con esto, lector amigo, te dejo en paz, y libre quedas para entrarte, si te place, por las páginas de mi libro o dar media vuelta a la derecha. Témome, sin embargo, y en tus ojillos devotos lo conozco, que ansías ya por leerlo, y no lo dejarás hasta devorarlo letra a letra; porque si mis razones no te han convencido, como deseo, es fácil que la curiosidad te impulse contra lo que yo pretendo.
A los siete años de edad sumiose en un mutismo melancólico, pasando horas enteras en algún escondite, las manos quedas y el rostro como apenado. Había algo de monstruoso en el contraste de sus tiernas facciones con el ceño de aquella frente cargada, al parecer, de adultos pensamientos. Desde temprano, su madre rodrigole en la dureza de implacable devoción.
Tú te quedas aquí y yo te mandaré lo que vayas necesitando... Pero lo que es allá no me pongas los pies... porque si lo hicieras, tu chachito se vería en el caso de cogerte... ya sabes que tengo mucho carácter... de cogerte y mandarte para acá por tránsitos de la Guardia civil». Final i
En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada. ¿De qué color era la casulla? le preguntó él bromeando. ¿Y por qué te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil! ¡Como tienes esas ideas! No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué.
El joven la estrechó fuertemente contra su pecho sin contestar, porque la emoción le tenía embargado. Cuando estuvo un poco más sereno, le preguntó con voz débil: ¿Me quieres? Con toda mi alma. ¿No fue más que un instante de mal humor? Nada más. ¡Oh, qué rato tan amargo me has hecho pasar! Por todo el oro del mundo no lo pasaría otra vez. ¿No quedas bien pagado, di? Sí, hermosa. Suelta.
Palabra del Dia
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