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Actualizado: 9 de junio de 2025


Perla, notando su inquietud, palmoteó con la alegría más extravagante. Ester también había alzado los ojos involuntariamente; y todas estas cuatro personas, viejos y jóvenes, se miraron unos á otros en silencio, basta que la niña prorrumpió en una carcajada, y gritó: Vámonos, madre; vámonos, ó ese viejo Hombre Negro que está ahí te atrapará. Ya se ha apoderado del ministro.

Los rústicos proyectiles, a impulsos de un brazo débil, no llegaron a hacer la mitad de su camino. Luego, irritado por la despectiva serenidad de Febrer, que seguía adelante, el atlot, prorrumpió en amenazas. ¡Mataría al mallorquín! lo declaraba a gritos. ¡Que todos supiesen que él juraba el exterminio de este hombre! Jaime sonrió tristemente ante estas amenazas.

Luego, como si creyera que el instante acechado a través de tantos días acababa de presentarse, descendió de la alcoba, cogió de encima de un taburete rojiza caja de marfil, y habiendo sacado de su interior un librejo centenario, prorrumpió: Todo se cambia, es cierto; y acaso verná un día venidero en que me darás al verdugo ; pero en aqueste libro, que fizo el sabio Abentofail, se enseña la dicha que no muda sino para crecer.

Estando durmiendo una noche en casa de su padre, prorrumpió de repente en gritos y ahullidos, que parecía de mentada, y echando los ojos hacia el techo, con grande espanto, decía á su padre: Mira, mira, que vienen los diablos á llevarme consigo al infierno y saltando de la cama, quería huir, mas su padre la detuvo.

Una podadera le había abierto el cráneo, rompiendo los huesos. Los brutos parecían satisfechos de su obra. Mialo decía uno de ellos. ¡El aprendiz de burgués! Se muere como un pollo... Ya vendrán luego los maestros. Juanón prorrumpió en blasfemias. ¿Esto era todo lo que sabían hacer? ¡Cobardes!

Se dice que la señora Moreno prorrumpió en llanto y reproches contra su marido; pero yo que le vi en 1857 en Marysville, no lo he creído jamás.

Le cantó a la Virgen, y luego, poseído de santo entusiasmo, prorrumpió en requiebros. ¡Olé la Macarena bonita! ¡La quería más que a su novia! Para expresar mejor su fe, quiso arrojar a sus pies lo que llevaba en la mano, creyendo que era el sombrero, y un vaso fue a estrellarse en la hermosa faz de la gran señora.

¡No diga usted eso! prorrumpió Vérod, fijando una mirada entre humilde y ardiente en el rostro del magistrado. ¡No diga usted eso!... Yo no , no puedo decir a usted lo que sentí... , tal vez, esa idea, y otras menos definibles, ocupaban mi mente: pero yo la amaba, veía que ella pensaba en , que sufría por , y huir, dejarla sola, no decirla el ímpetu de mi gratitud, de mi ternura, de mi compasión; no decirla que temblaba por ella, que quería morir por ella, no mezclar mis lágrimas con las suyas, ¡eso era imposible!

Como aquella quietud le hubiera incitado a destapar el silo más hondo de su conciencia, el lectoral, que había dado por concluido su discurso, prorrumpió de nuevo, aunque en un tono menos oratorio y más dulce: El ánimo compasivo sólo debemos empleallo, hijo mío, en las ocasiones privadas y menudas de la vida, según lo manda la ley evangélica.

Su hijo, que la encontró llorando, enfurecióse y prorrumpió en denuestos contra los beatos. A pesar de esto, la enferma, que iba ya penetrándose de su estado, exigió con dulzura y firmeza a la par que viniese el cura. Raimundo, disgustado, llamó en su apoyo, para negarse a ello, al médico. Este contestó al principio evasivamente.

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