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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Tras un candelabro, y con todo el rostro iluminado por el resplandor numeroso de las bujías, el Guardián de Santo Tomás prorrumpió: ¿Hay, por ventura, fuero más fuero que el de la Santa Inquisición? Allá se las arreglen, señor don Diego, que aquí estamos en Castilla.
Y prorrumpió en lamentaciones sin fin, diciendo que el difunto no había cumplido con sus promesas ni con su deber; que ella no ambicionaba nada para sí, sino pedía lo que de derecho correspondía a aquel inocente, que ninguna culpa tenía de su triste origen.
El italiano repelió con altivo ademán esta admonición, juzgándola tardía, y dijo solemnemente, como si le enorgulleciesen sus propias palabras: Me bato á muerte con el capitán Canterac, y vengo á buscarle para que usted y Moreno sean mis padrinos. Prorrumpió Robledo en exclamaciones de escándalo, al mismo tiempo que levantaba las manos para hacer más patente su protesta.
Estando una noche en su casa examinando sus pecados y pensando en las miserias de su vida, prorrumpió en esta fervorosísima súplica á Cristo, Señor Nuestro, y á su beatísima Madre.
Comenzó por abrir la carta con la punta de los dedos; me miró sonriendo, leyó unas cuantas líneas, volvió a sonreír, y por último, aumentando su jovialidad, prorrumpió en una franca carcajada que a mí me dejó desconcertada. Con todo, como acabó de leer la carta de cabo a rabo, ya iba yo recobrando una ligera esperanza, cuando súbitamente vi que la rasgaba.
Maxi prorrumpió en una risa desentonada. «Otra vez la misma comedia, otra vez... Pero ahora, como entonces, no cuela, Sr. Ballester... ¿Apostamos a que con mi lógica vuelvo a descubrir dónde está? ¡Ay, Dios mío!, ya siento la lógica invadiendo mi cabeza con fuerza admirable, y el talento vuelve... sí, me vuelve, aquí está, le siento entrar. ¡Bendito sea Dios, bendito sea!».
Cubre así a veces la cancerosa llaga de una princesa el peplo de lino recamado de rubíes. ¡El descanso, al fin! prorrumpió mi esposa sollozando. El cementerio es el descanso. Sí, Rosalinda de mi vida. Porque había llegado el momento de que Nanela se llamase «Rosalinda», yo la llamaba «Rosalinda»... Después la llamé, ¡y siempre tan acertadamente!
Viendo á todas llorar, la capitana babae prorrumpió en una carcajada, al par que las decía: Vamos, muchachas, no hay tiempo que perder; mañana llegará á las once. ¡Qué soberano contará en sus crónicas que todo un pueblo ha llorado ante la idea de no verle! Creemos que ninguno.
Pero, duquesa, ¿cómo tiene usted valor de presentarse sin diadema? exclamó S. M. en el colmo de la estupefacción. ¡Ah! ¡La diadema, es verdad! exclamaron a su vez todas las damas de la corte. Póngase usted la diadema inmediatamente prorrumpió con energía la augusta persona. Araceli se disculpó diciendo que estaba guardada en la caja de hierro de su papá, pero no le valieron excusas.
Movido por el grotesco horror de este cuadro, el ministro, olvidándose de su inquietud y alarma infinitas, prorrumpió en una carcajada, que fué respondida inmediatamente por una risa ligera, aérea, infantil, en la que con un estremecimiento del corazón que no sabía si era de intenso dolor, ó de placer extremo, reconoció el acento de la pequeña Perla.
Palabra del Dia
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