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Anda, que se arreglen, que se casen si pueden, y ya se cansarán como me he cansado yo de mi mujer. ¡Si pudiera darle a su Cristeta para toda la vida! ¿Quiere conquistar a lo rico, sistema de llegar y besar el santo? Pues santo para in eternum.

Tras un candelabro, y con todo el rostro iluminado por el resplandor numeroso de las bujías, el Guardián de Santo Tomás prorrumpió: ¿Hay, por ventura, fuero más fuero que el de la Santa Inquisición? Allá se las arreglen, señor don Diego, que aquí estamos en Castilla.

Tristán le acompañó hasta la puerta. Al llegar a ella García le dijo misteriosamente: Espero que marchará bien, ¿sabes? Pero si se descompone no tienes más que avisarme, que yo lo llevaré para que lo arreglen. Bien, hombre, gracias respondió Tristán sin poder reprimir una sonrisa. Luego, cuando tornó al comedor, entró diciendo: ¡Pero qué pesadísimo es este pobre García!

Casaré á mi hija con ese Cristóbal Cuero, y allá se arreglen; haré lo posible para que el duque de Lerma un empleo al galopín Cosme Aldaba, y cuando todo esté hecho, me iré con Luisa y con lo que haya nacido á Asturias, compraré una tierra y viviré en paz. El cocinero empezó á poner en sacos su dinero, y á colocar aquellos sacos en una arca.

Que se pongan inmediatamente en camino para Nieva... procurando no asomarse a las ventanillas cuando pasen por aquí. Que arreglen el asunto lo más pronto posible y envíen el aviso del día y la hora a Sarrió. lo recibes allí y me lo traes inmediatamente... Después ya me arreglaré para salir de aquí sin que tu padre y Cecilia lo adviertan.

Este comercio sin embargo, aunque no bajo el pie lucrativo que antes, podrá resucitarse cuando los negocios de España se arreglen con las repúblicas de América, sea reconociéndose solemnemente su independencia, ó sea abriendo tratados de comercio, mas nunca volverá á ser lo que fue.

Con acento un poco cínico, comentarió, riéndose: Está mal hecho..., ya lo , ¡qué demonio!; pero yo necesitaba salir de Rucanto a escape, sin despedidas ni explicaciones; me hacía falta dinero, y ya, de coger algo, cogí todo lo que había...; ¡que se arreglen como puedan!... Venía yo de muy mal humor...; sacrificarse duele, hombre; hace mala sangre y pone la vida oscura.

Amalia, en vez de gozar como antes con sus gracias infantiles, parecía huirlas. Dio orden de que no se la llevasen por la mañana a la cama, según costumbre. Cuando la tropezaba casualmente en los pasillos, pasaba de largo evitando mirarla. A todo más se acercaba preguntándole con acento displicente: ¿No te has lavado todavía? Anda, ve a que te arreglen.

Le damos bromas con Olimpia y la pieza que toca, diciéndole que su adorada es muy romántica y que no tenga miedo de casarse, porque no come. Ni necesitan cocinera, ni cocina, ni siquiera cesto para la compra. Yo le digo que abandone el sacerdocio y que deje a los autores y al público que se arreglen como quieran.

ALCALDE. ¡Orden!..., ¡que lo mando yo! MERLÍN. Señor alcalde, yo soy capaz de eso y de mucho más, porque cuando al hombre le asiste la justicia.... ALCALDE. ¿Jura usté? ¡ ó no! MERLÍN. Primeramente, como hombre bueno que soy de Cleto Rejones, propongo que se arreglen las dos partes. Á no me gusta hacer daño á naide cuando la cosa se puede rematar amistosamente.