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Actualizado: 2 de junio de 2025
No se puede contentar a todo el mundo. La Fontaine ha dicho eso en verso, no recuerdo dónde. ¿Qué va a ser de mí? Lo pierdo todo. ¿Cree usted? Sin duda. Los millones, pues, para usted no son nada. Usted es mujer precavida, y ha ido siempre a lo práctico. ¿Esa opinión es la de usted? La mía y la de otros. ¿La de don Diego, acaso? Es posible. Pues es bien injusto.
Vivo mi tío, la obligación, convertida en gusto ya, de acompañarle, me entretenía, y con ello, todo cuanto le rodeaba; muerto él, me falta aquel recurso poderoso, me pierdo en el vacío de esta casa, y me abruman las eternas horas que paso en ella buscando la manera de abreviarlas. Continuar su obra benéfica. Enhorabuena.
Querrá usted decir la secuestradora. No tengo noticia de que aquí haya señora alguna. ¡Ah! Viene usted a insultarme a mi misma casa exclamó la ex florista poniéndose en jarras como en la plazuela. No; vengo a arrojarte de ella antes que llegue la policía a hacerlo. ¡No me tutee usted o me pierdo! gritó la Amparo arrebatada de furor, presta a arrojarse sobre su orgullosa enemiga.
JARIFA. De lo que yo os quiero a vos, Y vos a mí me queréis. Todos nos llaman ansí, Y nuestros padres también; Que, a no serlo, no era bien Dejarnos juntos aquí. ABIND. Si ese bien, señora mía, Por no serlo he de perder, Vuestro hermano quiero ser, Y gozaros noche y día. JARIFA. Pues tú, ¿qué bien pierdes, di, Por ser hermanos los dos? ABIND. A mí me pierdo y a vos: Ved si es poco a vos y a mí.
Porque haces olvidar, con tus engaños, que el amor sólo brinda desengaños, y fingiendo el amor, el amor creas; por hacemos creer, con tus pudores, en la sinceridad de tus amores, ¡por hacernos creer, bendita seas! Cuando estoy solo, sueño en la blancura de tu piel y en el negro de tu pelo, y enardecido de pasión, me encelo por la sensualidad de tu cintura. Entre las sombras del pesar me pierdo.
Se pasó una mano por la frente y dió un paso hacia atrás, como para huir, pero de repente vió á Tragomer y á Marenval que le observaban y tuvo la fuerza de pensar: "Me pierdo. Un poco de resolución y salgo de este mal paso. ¿Qué pueden ellos contra mí?
Ahora que usted se marcha y le pierdo tal vez para siempre, me doy cuenta de que los dos pobres amigos que nos abandonaron se colocaban en primer término con tal violencia, que consiguieron ocultarme el hombre más interesante para mí. Se sintió Moreno de tal modo trastornado por esta revelación, que tomó entre sus manos la diestra de Elena. ¡Oh, marquesa! ¿qué dice usted?
A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo, de mi natural, soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado, a despecho y pesar de lo que entiendo; y, como un abismo llama a otro y un pecado a otro pecado, hanse eslabonado las venganzas de manera que no sólo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo; pero Dios es servido de que, aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro.
Si supiera que aún existo para adorarla... No, no... Ya olvidarte debo yo, esposa de Jesucristo... RUIZ. ¿Qué hacéis? Callad... MANRIQUE. Loco estoy... ¿Y cómo no estarlo ¡ay cielo! si, infelice, mi consuelo pierdo y mis delicias hoy? No los perderé; Ruiz, déjame. RUIZ. ¿Qué vais a hacer? MANRIQUE. Pudiérala acaso ver... con esto fuera feliz. RUIZ. Aquí el locutorio está. MANRIQUE. Vete.
Paréceme que su rostro Lleno de aljófares veo Por las mejillas de grana, Su honestidad defendiendo; Paréceme que la escucho ¡Lastimoso pensamiento! Y que el tirano la dice Mal escuchados requiebros; Paréceme que a sus ojos Los descogidos cabellos Haciendo están celosías Para no ver sus deseos. Déjame, Nuño, matar; Que todo el sentido pierdo. ¡Ay, que me muero de amor! ¡Ay, que me abraso de celos!
Palabra del Dia
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