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Actualizado: 18 de mayo de 2025
En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito se erguían enhiestos en desprecio del tiempo.
Al frente se ven las complicadas serranías de los Alpes berneses, cubiertas de abetos ó praderas en sus faldas, ó mostrando algunos flancos y picachos desnudos, y en cuyas mas altas eminencias brillan como coronas de diamante los nevados de «Diablerets, Arbelt, Strubel, etc.» En el fondo se ve el valle del Ródano, violentamente truncado en ángulo recto, y los valles convergentes del «Dranza», rio que desciende de la cadena suizo-italiana y desemboca en el Ródano cerca de Martigny, y del Trient, que sale de entre su laberinto de montañas salvajes á engrosar el mismo Ródano un poco mas abajo de la confluencia del Dranza.
Con el auxilio de un anteojo veíamos claramente los mas lejanos objetos, abarcando un conjunto encantador. Encima un cielo de fuego y los pardos picachos de granito, de una majestad imponente.
El cielo estaba surcado de nubes, cosa muy frecuente en aquellas alturas; los picachos del Banajao los envolvía la bruma, y la humedad de que estaba impregnada la atmósfera nos obligó á ponernos los capotes á fin de preservarnos del desapacible relente de la tarde.
Arriba se enredaban las nubes en los picachos, cubriéndolos momentáneamente de una sombra tempestuosa; abajo, entre los muros rosados y las torres blancas de los Grimaldi, se erguían la palmera tropical, el cocotero, el plátano, dando á este castillo ligurio un aspecto de hacienda brasileña.
Como la Alavesa se trajo a Juanilla, que es prima hermana mía... y a mí me daba, vamos, tanta tristeza de ver corretear las columnas guiris por aquellos picachos adonde solo subíamos, con la ayuda de Dios, los mozos del país y las fieras de los montes... y en fin, que me moría de pena en aquella estación... le escribí una carta al señorito... aún vivía su madre, ¡en gloria la tenga Dios! y me recomendó a la Alavesa... y aquí me tiene usted, tan campante....
Un fulgor de plata inundaba el horizonte, y allá, tras los picachos de la Sierra, surgía la luna llena, espléndida y magnífica. A las cuatro de la tarde ya todo estaba listo. Tía Pepilla arregló mi petaca en dos por tres, y concluída la faena me dijo cariñosamente, echándome los brazos: Rorró... ¿no vas a despedirte de tus amigos? ¿Amigos? Sí; el doctor, tu maestro, Ricardito Tejeda....
A la caída de la tarde del diez y nueve, las densas nubes que perezosamente descansaban sobre los lejanos picachos de Mindoro oscilaron en el firmamento, rodando á los pocos momentos compactas por la celeste bóveda, al empuje del tan deseado SE. Nuestro horizonte poco á poco fué cubriéndose de los blancos copos desprendidos de la región de las puras brumas, destacándose entre aquellos algún siniestro nubarrón, arrancado por el viento del seno donde se engendra el rayo.
Al contrario respondióme : en cuanto doblas el recodo, vuelven a encalabrinarse los picachos a la vera del río, tan pronto a un lado como a otro, cuando no a los dos a un tiempo.
Aquel edificio cuyo techo véis entre los árboles es un asilo y monasterio y señala el lugar donde pereció Roldán. El pueblo que á la izquierda mano queda es Orbaiceta, tierra del buen vino. Y á la derecha veo un caserío.... Es el pueblo de Los Aldudes, y más allá los picachos de Altavista.
Palabra del Dia
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