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El solitario vio por la parte de Formentera un dragón inmenso que poco a poco avanzaba en la línea del horizonte, con larga cola de nubes, para devorar traidoramente al sol moribundo. Cuando la roja esfera, huyendo de este peligro, se sumergió en las aguas, agrandada por un espasmo de terror, la tristeza gris del crepúsculo despertó a Febrer de su alucinación.

¡Ah!... bien... lo mejor, la crema... Los demás días, seis cubiertos, los convidados íntimos y nada más; personas de alcurnia, ¿sabe? personas allegadas a usted y que le tengan cariño y respeto. Como es usted tan hermosa, tendrá adoradores... eso no lo podrá evitar... No dejará de verse en algún peligro, Obdulia.

De manera que el peligro de los mares, el exceso de fecundidad vuelve á presentarse más terrible aún. ¡El abadejo! Este que es más fecundo que el arenque: ¡llega á tener nueve millones de huevas! Un abadejo de cincuenta libras tiene catorce de huevas, ¡la tercera parte de su peso! Añadid que á esos animalitos, de tan temible maternidad, la época del celo les dura nueve meses en el año.

Así se refugiaban máscaras a aquel estrecho local, y se apiñaban y empujaban unas a otras como si fuera de la puerta las esperase el más inminente peligro. Iban y venían los mozos aprovechando claros y describiendo sinuosidades como el arroyo que va buscando para correr entre las breñas de las rendijas y agujeros de las piedras.

Con estas palabras y otras tales entretenían al Bajá, que en ninguna manera se quería entretener más allí, porque los cristianos desharían su armada, y estaba á gran peligro; y si como entonces se entendía de los mismos renegados, si 25 ó 30 galeras de cristianos bien en orden parecían, no solamente bastaban á dar socorro al fuerte, mas cobraban todo lo que se había perdido, con mucha honra, y desto tenía gran temor el Bajá, por tener toda su gente en tierra, así los soldados como la chusma, y así sus galeras como las que tomaron á los cristianos estaban todas desarmadas, que no tenían 50 hombres por galera, y tenían los remos y timones en la mar, temiendo que los esclavos cristianos se alzasen con las galeras, y así los cristianos perdieron en esto una gran ocasión, que á lo menos debían parecer y hacer muestra que eran vivos, que tocando solamente una arma en la mar, bastaba para hacer embarcar el Bajá con todos sus turcos, sin esperar más, y por lo menos el fuerte era socorrido y quedaba libre, porque los cristianos podían salir fuera á tomar agua y otros refrescos, y á deshacer las trincheras y reparos de los turcos.

Allí, con el menor aparato posible, sin molestar a nadie se instaló para velar a la Regenta y acudir al menor peligro. Comía y cenaba en la posada, pero dormía en el caserón. Esto no lo supo Anita hasta que, ya convaleciente, se quejó un día de aquella soledad. Confesó que de noche tenía a veces miedo.

Van-Stael y el marinero, que no estaban muy tranquilos, pues sabían que los australianos aguardan a la noche para atacar, hicieron fortificar el campamento con una cerca de piedras y fragmentos de coral, y dispusieron que el junco se acercara a la playa para poder embarcarse en caso de peligro. Aquellas precauciones resultaron, por fortuna, inútiles.

»De aquí mi descompuesta furia y mi loca desesperación cuando usía, advertido a tiempo del peligro, dejó con razón de visitarme. Mi enojo fue mayor aún cuando supe que usía se había casado; enojo absurdo, porque usía ni me había prometido ni podía prometerme no casarse, para ser fiel a las relaciones indefinibles en que soñé yo que estábamos.

Esta sabe por Don Juan el inminente peligro que la amenaza; pero evita el huir, puesto que la cólera del Rey, si no la encuentra, ha de descargar en su amante; descúbrese al tirano, que aparece poco después, creyendo segura su muerte; Pedro, sin embargo, que sabe que es su hermana tan generosa beldad, renuncia á su odio, y la lleva á los brazos de D. Juan, que obtiene así el justo premio de su leal amor.

Olvidaba los libros, despreciando su porvenir: ya no pensaba en cantar misa. ¿Qué le importaba su carrera viendo a la Iglesia en peligro y próxima a desvanecerse la poesía soñolienta de los siglos que le había envuelto desde la cuna como una nube perfumada de incienso viejo y rosas marchitas...?